Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 15:52

A un mes de la balacera en EuroChronos, el dolor por las vidas perdidas es grande

En Cochabamba, una familia no logra recuperarse luego de la trágica muerte del capitán de la Policía, Carlos Gutiérrez Valenzuela. <BR>
A un mes de la balacera en EuroChronos, el dolor por las vidas perdidas es grande



Hoy se cumple un mes del oscuro día en que el miedo y la sensación de indefensión se hizo carne en Bolivia, mientras el país entero presenciaba, casi en tiempo real y a través de las redes sociales, una brutal balacera para frustrar un atraco en la importadora de relojes de lujo y joyas más grande, EuroChronos, en la ciudad de Santa Cruz.

Cinco personas perdieron la vida trágicamente la mañana del 13 de julio, en la esquina de la avenida Irala y Velarde. Un policía, el capitán Carlos Gutiérrez Valenzuela, la gerente administrativa de la empresa, Ana Lorena Tórrez Torrico, y los atracadores Adao Da Silva Costa, Camilo Pinto y Ronny Suárez.

En Santa Cruz, el profundo dolor de la familia de Ana Lorena y las dudas sobre si la bala que le arrebató la vida salió del arma de un asaltante, o fue disparada por algún policía, mantienen en vilo a una población alarmada por el cariz que ha tomado la inseguridad.

En Cochabamba, a más de 500 kilómetros, de la avenida cruceña donde ocurrió la balacera, una familia tampoco ha dejado de llorar en estos 31 días. Es la gente a la que amaba y cuidaba el capitán de la Policía Carlos Gutiérrez Valenzuela, la primera víctima fatal de la balacera.

La casa donde creció el oficial está casi escondida al fondo de un pasaje sin salida de la avenida Circunvalación, a unas tres cuadras de la avenida Beijing. Es una vivienda mediana y sin lujos en la que habitan María Elena Valenzuela, la mamá del policía, y sus otros tres hijos, Ray de 22 años, Daniel de 20 y Josué de 13.

Una parte de la sala familiar, cálida y de amplios ventanales, se ha convertido en un sitio de honor en memoria de Carlos Gutiérrez Valenzuela. Sobre dos mesitas en desnivel cubiertas con manteles blancos, están cuatro fotografías grandes del capitán, vestido con el uniforme verde olivo, un sable, su grado policial en las presillas, las medallas al mérito, al valor y al honor que logró en sus casi siete años al servicio de la seguridad de la población, las banderas de Bolivia, de Santa Cruz, de Cochabamba y de Quillacollo que las autoridades le entregaron a la familia durante el velorio y el entierro.

María Elena Valenzuela entra a la sala e intenta sonreír al saludar, pero su mirada refleja la pena que la ahoga. Ella admite que no come y que ha bajado de peso. “No tengo hambre. Perdí unos cuatro o cinco kilos”, dice. Pero su hermana melliza, Corina, cree que son muchos más.

Cuando le preguntamos cómo ha cambiado su vida en las últimas cuatro semanas, ella contesta que sigue en shock.

“No logro asimilar que mi hijo ya no está y que nunca más me va a llamar” musita y las lágrimas corren imparables por su rostro. En casa, Carlos era llamado por su apodo. “Mi Coki es el hijo que tuve de soltera. Su padre nos abandonó, pero mis papis me dieron su respaldo y me ayudaron a criarlo”, cuenta. Desde niño, era muy responsable y protector. Soñaba con ser policía. “Yo le decía que mejor entre al Liceo Militar, pero él me respondía: “No mamita, yo no quiero ser militar, sino policía”. Estudió en el colegio Urcupiña de Quillacollo, mientras vivieron en la casa de sus abuelos.

Cuando María Elena se casó y tuvo otros tres hijos varones, Coki compartió la alegría de su madre. Sin embargo, la relación de pareja se rompió y María Elena volvió a quedar sola. Y Coki, con su carácter emprendedor, luchador y optimista, fue su refugio y quien la impulsaba a seguir adelante. “El me decía que no quería verme llorar ni triste”. Y se convirtió en el segundo papá y en un ejemplo para sus hermanos menores.

Con el trabajo de María Elena como auditora y con el apoyo de los abuelos, Coki egresó de la Academia de Policías de La Paz.

Orgullosa, María Elena muestra la fotografía que se tomaron como familia delante del muro de “Homenaje a los policías que ofrendaron su vida en sagrado cumplimiento del deber”, el día de la graduación de Coki. “Nunca imaginé que en este muro, un día vería una plaqueta dorada con el nombre de mi hijo”, confiesa y las lágrimas ruedan de nuevo.

El policía fue destinado a Santa Cruz hace tres años y medio. Vivía en un garzonier alquilado y siempre que podía, fines de semana de descanso o feriados, llegaba a Cochabamba para ver a su familia. Él y su madre compartían su pasión por la morenada. Bailaban en “La Pesada” de Transpequi (Transporte Pesado Quillacollo) en Urcupiña.

“Él solía sacar sus vacaciones en agosto para poder bailar. Este año adelantó su descanso y en junio viajó a Estados Unidos a ver a mi hermana, a la que amaba mucho”.

Todos los días, invariablemente, entre las 9:00 y las 9:30 de la mañana solía llamar por Whatsapp a su madre. El 13 de julio no fue la excepción.

“Me llamó a las 9:07. Me dijo: ‘Hola ma, qué estás haciendo? Cómo estás?’ y luego de responderle me repitió: ‘te vas a cuidar, ahorita estamos patrullando’ y colgamos”. Prometió llamarla después de almuerzo, pero ya no pudo hacerlo.

Tras despedirse de María Elena les avisaron que había un pedido de auxilio del guardia de EuroChronos y Carlos Gutiérrez, condujo la camioneta para llegar más rápido. “Amaba manejar autos y motos”. En la camioneta viajaban otros tres policías más. Al llegar a la zona del atraco, sus camaradas bajaron y los delincuentes empezaron a disparar contra ellos. Coki enfiló hasta la avenida Irala para cerrar esa vía, pero un proyectil le perforó la cabeza mientras avanzaba.

“Ya herido, la dirección se le fue sobre una jardinera y chocó contra un micro que al fin detuvo su marcha. El efectivo ya estaba muerto. “Yo quiero saber cómo sucedió todo. Como madre, lo necesito. Sé que él era policía y que hay riesgos, pero no puedo evitar preguntarme: por qué mi hijo?”. Coki había logrado calificar para hacer el Curso Garras.

“El 17 de julio tenía que presentarse en el Chapare, donde iba a permanecer 80 días. Y justo ocurrió esto. Trato de pensar que Dios prefirió llevárselo, a sus 30 años, para protegerlo de algo peor, pero duele. Siempre se van primero los buenos. La verdad es que esta casa nunca más será la misma sin él”.



Coki, el hermano y el padre

A Daniel Pérez Valenzuela, de 20 años, se le quiebra la voz y se le humedecen los ojos cuando habla de su hermano Coki. “Era un segundo papá para nosotros. Siempre nos recomendaba que cuidemos y que ayudemos a mamá en todo, que seamos los mejores en la universidad y en la carrera que elijamos. Jugábamos futsala y raqueta con él”. A la hora de la entrevista, Ray pasaba clases en la universidad y Josué estaba en el colegio, pero Daniel aseguró que a los tres, la vida les cambió radicalmente después del 13 de julio. Sobre su faceta como papá, la familia relató que Coki se había enamorado en Santa Cruz de Diana, una joven colombiana que abrió un negocio allí y con la que tuvo una niña, Stefany, que cumplirá un año en septiembre.

“Si todo sale bien, en cuanto ascienda a capitán y pueda darles estabilidad, me caso”, le había confiado a su madre el oficial. El ascenso llegó después de su muerte y la pensión policial será para su hijita.

Críticas y dudas aumentan mientras la investigación avanza “en reserva” 

Varios videos grabados con cámaras de celulares, por testigos circunstanciales de la balacera, desataron una lluvia de críticas sobre el accionar de la Policía, ante la crisis del atraco.

Miles opinaron, insultaron, debatieron y sentenciaron en las redes sociales sobre lo que debieron o no hacer los efectivos, ante la sospecha de que las balas que mataron a Ana Lorena Tórrez e hirieron a otros funcionarios pudieron ser disparadas por algunos de los policías que estaban al frente de la importadora, en el techo de EuroChronos y en pisos superiores de un edificio en construcción contiguo, donde fueron filmados por los aficionados. El Ministerio Público, que dirige las investigaciones, decidió declarar la reserva de las mismas hasta contar con todos los resultados de las pericias efectuadas por profesionales especializados del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) de Cochabamba. El fiscal general, Ramiro Guerrero, anunció que los peritos remitieron el informe final de los trabajos científicos a la comisión de fiscales de Santa Cruz, el jueves 10 de agosto. La autoridad sostuvo que desconocía el contenido y los resultados. Empero, no aclaró cuándo sería levantada la reserva del caso.

En los últimos días surgieron nuevos videos de la balacera, en los que se observan dos intentos de escape de los atracadores. Un trabajador de EuroChronos que resultó herido declaró que un delincuente le disparó en el pecho, pero un hombre de gorra (supone que un policía), en lugar de ayudarlo quiso rematarlo disparándole en el estómago, pese a que se había identificado como funcionario de la empresa. Aseguró que el atracador se suicidó disparándose en la boca, pero entre los fallecidos no existe ni uno con ese tipo de herida.

Una comisión conformada por siete fiscales que investiga el caso, citó a todas las personas que resultaron heridas en el enfrentamiento entre policías y atracadores, para tomarles sus declaraciones como testigos. Para garantizar la seguridad de todos ellos, se activó el mecanismo de protección a testigos.

Los abogados de la familia de Ana Lorena Tórrez pidieron que se identifique también a los policías que participaron del operativo y que dispararon desde arriba. Asimismo solicitaron que se apliquen otros procedimientos porque creen que hay vacíos en el cuadernillo de investigaciones. La comisión fiscal ya dio curso a todas las peticiones y solicitó al Comando Departamental de la Policía de Santa Cruz que facilite esa información. Se aguardan respuestas y resultados.

Lo que se sabe del asalto en 31 días de pesquisas

Ocurrió a las 8:55 de la mañana en el primer anillo, en la avenida Irala y Velarde. El policía asignado a la joyería relojería EuroChronos alertó de un atraco en proceso y que cuatro delincuentes fuertemente armados ingresaron al lugar luego de dispararle a él.

Una patrulla que estaba en la avenida Santos Dumont y segundo anillo, vigilando la apertura de entidades financieras, llegó a EuroChronos. Los asaltantes, desde el interior, abrieron fuego y mataron al capitán Carlos Gutiérrez Valenzuela e hirieron de bala a otros tres efectivos, el teniente Franz Cáceres, el sargento Hernán Alcón y el sargento Fernando Contreras. Luego de esa primera balacera, uno de los delincuentes, Erick Edwin Landívar, se entregó con las manos en alto y más tarde declaró que el líder les había ordenado que usaran a los empleados de EuroChronos como escudos humanos para escapar disparando a los policías.

Después, otros tres atracadores salieron por la misma puerta de garaje “protegiéndose” con los cuerpos de tres mujeres, mientras les apuntaban con sus armas. Ana Lorena Tórrez intenta liberarse de su captor y este le dispara en el costado, según el ministro de Gobierno, Carlos Romero. Este incidente hizo que los policías se vieran obligados a usar sus armas y a disparar contra los asaltantes, considerando que ellos ya habían causado una muerte, varios heridos y que tenían aún una gran cantidad de proyectiles. En la balacera, la contadora Roxana Serrano Franco fue herida en el vientre y sufrió un paro cardiorrespiratorio. Fue resucitada en la clínica Foianini. Ana Lorena Tórrez (30), con un diagnóstico de muerte cerebral, falleció a las 14:40.

Los atracadores tenían armas de guerra con 240 proyectiles y revólveres calibres 9 y 38 milímetros. Estaban mucho mejor armados que los efectivos.

Según la Policía y el Gobierno, el grupo delincuencial pertenecía al Primer Comando Capital (PCC), un violento cártel brasileño que trafica droga y que comete atracos millonarios para financiar sus golpes en cárceles de ese país.

Sin embargo, el procurador de Justicia de San Pablo, Brasil, Marcio Christino, especialista en las acciones en las que se ha visto involucrado el PCC, dijo a El Deber que esta organización criminal no tuvo participación en el atraco fallido del jueves 13 de julio. Los primeros días, la Fiscalía boliviana tampoco halló indicios suficientes al respecto.

DETENIDOS El asaltante que sobrevivió, Edwin Landívar Dorado y Sandra G.V., la concubina de Adao Da Silva, fueron enviados a la cárcel de Palmasola. Se supo que Da Silva era un exrecluso y que salió en libertad irregularmente de Chonchocoro, por orden del juez Fernando Rivadeneira, que fue suspendido y que ahora es investigado administrativa y penalmente. Otro de los asaltantes abatidos, Ronny Suárez Masalbi, también fue reo de Palmasola y salió libre tras ser beneficiado por otro juez con un extramuro que no le correspondía porque él ya tenía una primera condena por otro delito en 2013 y volvió a delinquir en 2015 perpetrando un robo agravado. Solo las personas que no son reincidentes se benefician con el extramuro. El atraco frustrado, el más cruento de ese tipo en los últimos 56 años, develó, una vez más, que la Policía no cuenta con armas ni equipos especializados para enfrentar una situación de crisis y es urgente introducir cambios normativos para modernizar el armamento y reforzar la capacitación de los policías.

Sobre los cuestionamientos a la Policía, el comandante de Santa Cruz, Rubén Suárez, dijo: “actuamos para neutralizar una banda criminal potencialmente peligrosa que tenía la carga básica militar de un soldado que entra en combate, con 240 cartuchos y con armas calibre 5.56. Hicimos lo que se debía hacer”.