Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:01

Una hazaña y una lección para pensar en grande

Previsiones<BR>Resulta que dirigentes, autoridades y hasta hinchas tenían tan poca fe en lo que se podría lograr, que no se tomaron con antelación las previsiones para disponer del Capriles.<BR>
Una hazaña y una lección para pensar en grande
“Me encanta el ritmo que tiene, la inexistencia de fórmulas preconcebidas; me encanta cómo pueden los bajos con los altos, los enclenques con los fuertes, cosa que no ocurre en ningún otro deporte de contacto; me encanta que el mejor equipo no sea siempre el que gana. Tiene lo mejor del atletismo; es sensacional la forma en que combina la fuerza con la inteligencia. Permite que los jugadores parezcan realmente estéticos, y lo hace de una forma en que a casi todos los deportes resultaría imposible: un cabezazo en plancha perfectamente coordinado, una volea perfectamente conectada, permiten que el cuerpo alcance una postura y una elegancia que muchos deportistas jamás podrían exhibir”. Indudablemente, este fragmento, que corresponde al libro “Fiebre en las gradas” del escritor inglés Nick Hornby, se refiere al más lindo de los deportes, el fútbol. Y otra muestra de que David puede vencer a Goliat, de que el balompié es imprevisible, nos la dio este miércoles nuestro crédito local, el club Wilstermann.

Tras ganar en Cochabamba 1-0 al Atlético Mineiro, en el partido de vuelta la hazaña consistió en lograr el empate 0-0, con el que el Rojo consiguió su pase, por cuarta vez en sus 17 participaciones, a cuartos de final de la Copa Libertadores de América, uno de los torneos más prestigiosos del mundo. Lo histórico del asunto es que, por primera vez, un equipo boliviano eliminó en un mano a mano a un brasileño que, como casi todos los del vecino país, era favorito en los papeles. Lo sorpresivo también es que el Aviador, valuado en poco más de cuatro millones de dólares, dejó en casa a un Mineiro cuya plantilla se estima en más de 79 millones, dos de la nómina reconocidos mundialistas como Fred y Robinho. Así, pues, pudieron más la garra y el coraje que el dinero y la fama. Por eso mismo, nuestros gladiadores del césped fueron ayer recibidos como héroes.

El Mineiro, que suele jugar sus partidos en el pequeño estadio Independencia, cambió y optó por el Mineirao, más imponente y con casi el triple de capacidad, para imponer más miedo escénico al rival y contar con el apoyo de más aficionados. Sin embargo, los locales no contaban con la muralla defensiva que planteó el equipo cochabambino ni con la extraordinaria actuación del portero chileno Raúl Olivares, que evitó el gol cada vez que los locales lograban superar su defensa, reflejó la agencia EFE.

Tras su proeza, Wilstermann deberá enfrentar en septiembre al argentino River Plate, uno de los mejores equipos de Argentina y el continente. Sin embargo, no tiene lugar definido para recibir al cuadro copero, ante la refacción del estadio Félix Capriles. Resulta que dirigentes, autoridades y hasta hinchas tenían tan poca fe en lo que se podría lograr, que no se tomaron con antelación las previsiones para disponer de la infraestructura que, de poder ser utilizada, quedará muy reducida, pues muchos fanáticos ya se alistan para incluso pernoctar en las puertas de donde fueren a venderse las entradas.

A más de este descuido coyuntural, no son pocos futboleros que ayer hacían notar una triste realidad: cómo desde el 2014 buena parte de los cochabambinos se opuso a la construcción de un nuevo escenario deportivo de mayor capacidad, obra que era impulsada por el Gobierno para los Juegos Suramericanos 2018. En medio de infinidad de trabas legales, movilizaciones de las partes interesadas en que no se efectúe la obra y una opinión pública adversa —guiada parcialmente aun por un medio de comunicación colega—, la iniciativa fue paralizándose y postergándose.

Si, evidenciando la ausencia de gestión de las autoridades, entidades como el tan venido a menos —y reducido a grupo de activismo político— Comité Cívico hubiesen tomado este tema como bandera, probablemente el Aviador tendría ya hoy un otro reducto propio para, con la mayor cantidad posible de sus seguidores, hacer frente a los argentinos. No sucedió así. A diferencia de nuestros jugadores, a muchos cochabambinos nos resta tomar conciencia de lo que podemos hacer; pensar en grande.