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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Los desafíos del amor (III)

Los desafíos del amor (III)
La lucha de poder gobierna la vida conyugal, es ineludible discutir, no estar de acuerdo, enojarse, usar estrategias racionales e irracionales para ganar. Algunos matrimonios introducen el mecanismo amoroso de la reciprocidad en sus negociaciones, otros establecen espacios individuales donde el otro no interviene, algunos deciden que uno de los dos será el eterno ganador, en fin, existen muchas formas de encarar la convivencia. Cuando la pareja plantea con claridad sus reglas y límites, el amor sobrevive; cuando no, el amor sucumbe a la cotidianeidad.

La crianza de los hijos se constituye en el siguiente desafío que la pareja debe afrontar. Todos los niños tienen la misión de poner a prueba el amor de sus padres. Cuando los papás se aman mucho, temen no recibir amor de ellos, por eso se meten al medio; cuando no se aman, igual se meten al medio; o sea, hagan lo que hagan los padres los pequeños aparecerán al medio de ellos. Las parejas puede perecer ante el poder infantil o adolescente: dejan de ser parejas para ser padres. Lo grave de esa transformación es que la función parental tiende a permanecer a través del tiempo. Los hijos nunca crecen para necesitar para siempre de sus padres. Cuando los niños se percatan de que sus padres se aman, pero que no por ello los descuidan, entonces se desarrollan con normalidad, saben que pueden confiar en el amor de sus padres, pueden correr riesgos, no se tornan el sentido de vida de sus progenitores. Por todo ello, llegará el momento en que podrán desprenderse de su familia para individualizarse y poder ellos también crear una familia.

Los hijos necesitan ver que sus padres son felices, que están autorrealizados, que tienen una vida propia. No es fácil dejar a los padres infelices, fracasados y dependientes; tampoco es posible recibir apoyo de padres inmaduros.

Una vez que los hijos se van, la pareja enfrenta el último desafío: la muerte. Después de haber atravesado por el ciclo vital conyugal: enamorarse, desencantarse, negociar la convivencia y criar a los hijos, llegará el momento del reencuentro, el mismo que coincide con el ingreso a la vejez. Los esposos vuelven a ser amantes en el otoño de sus vidas. Revisarán su historia amorosa, retomarán el vínculo juguetón del enamoramiento y disfrutarán de las cosas que construyeron juntos.

Al mismo tiempo, empezarán a cuidarse, preparándose para la despedida final. Por lo general, uno de los dos muere primero, quien queda deberá enfrentar la ineludible pérdida amorosa gestada por la muerte aprisionando los recuerdos, reviviendo al otro en su soledad. El amor ofrece el consuelo que permite al sobreviviente vivir con alegría porque es impensable el adiós si antes no hubo encuentro.