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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

San Ignacio de Moxos

San Ignacio de Moxos
La Reducción de San Ignacio de Moxos fue fundada el 31 de julio de 1689 por los jesuitas Antonio de Orellana, Juan de Espejo y Álvaro de Mendoza, por la advocación de San Ignacio de Loyola, quien nació en 1491 en Azpeitia, población de Guipúzcoa, País Vasco, norte de España. El fundador de la Orden de los Jesuitas, Ignacio de Loyola, impulsó con mucha fuerza y disciplina el servicio a la fe católica, promoviéndola y llevándola hasta los lugares más alejados, entre ellos San Ignacio de Moxos, que fue la tercera Reducción fundada, como parte de la Misión de Moxos, y la primera establecida, pasando el caudaloso río Mamoré. Posteriormente, en 1743, los jesuitas Bartolomé Bravo y Claudio José Fernández trasladaron esta Reducción al sitio actual, al lado de la laguna Isirere, debido a una epidemia de viruela y sarampión. El templo fue terminado en 1751, el mismo fue reconstruido conservando sus características morfológicas y arquitectónicas jesuíticas.

En 1997, en San Ignacio de Moxos, los colegios de arquitectos de Santa Cruz y Beni organizaron un congreso internacional de arquitectos y estudiosos de Brasil, Argentina, Paraguay, Chile y Bolivia. En aquella oportunidad, se nombró a este lugar “Capital Espiritual de Las Misiones del Cono Sur”, como reconocimiento a la conservación, y desde una mirada antropológica, por la “Cultura Viva”. Según Piotr Nawrot, en esta misión el archivo musical cuenta con más de 8.000 folios, entre los que datan partituras más antiguas que las de Chiquitos. El jesuita Enrique Jordá fue el párroco encargado de recibir a la comitiva y llevar adelante el encuentro.

En 2011, la fiesta de San Ignacio de Moxos o Ichapekene-Piesta, a través de la Ley 172, fue declarada Patrimonio Cultural del Estado Plurinacional de Bolivia. Asimismo, en París el 5 de diciembre de 2012, el Comité Intergubernamental para la salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco nombró a la Ichapekene-Piesta, fiesta mayor de San Ignacio de Moxos, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esta denominación revalorizó la vida de los moxeños ignacianos, quienes se esfuerzan en mantener sus costumbres y celebraciones religiosas desde hace más de 300 años. La Ichapekene–Piesta, que significa en moxeño–ignaciano “La más grande de todas las fiestas”, es cuando los habitantes de San Ignacio de Moxos se vuelcan a las calles a celebrar con danzas y rituales religiosos al Santo Patrono Ignacio de Loyola. Conservando intactas las formas simbólicas y los rituales, la “Cultura Viva”, está presente en el pueblo ignaciano.

El esfuerzo se complementa con los invalorables emprendimientos como el museo etno-arqueológico, en el que se recrean las formas de vida de la época jesuítica, como también de la vida prehispánica. Del mismo modo, la extraordinaria orquesta Ensamble Moxos forma parte de la identidad e idoneidad de los moxeño-ignacianos. Dicha orquesta, dirigida por la maestra Raquel Maldonado, lleva por el mundo las invaluables notas musicales y espíritu de esta cultura maravillosa.

Agradezco a Magdalena Gutiérrez Figueroa, antropóloga beniana, por la gentileza que tuvo al compartir este apartado en Miradas Antropológicas del diario OPINIÓN.