Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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El precio de servir a la patria

El precio de servir a la patria
Hace tiempo que quiero escribir de este tema. En silencio, veo cómo una persona muy querida sufre las penurias que su hijo pasa en el servicio premilitar, no solamente por los gastos permanentes en carpas, alimentos y hasta cuotas adicionales para comprar los fuegos artificiales para el desfile del 6 de agosto, sino también por los castigos impuestos a quienes no cumplen estos pedidos monetarios: mirar el sol todo el día, comerse tres o más raciones de almuerzo “porque se tiene que acabar todo”, entre otras. Los lugares comunes alrededor del servicio militar lo colocan como un lugar de “hombría”, de “aprendizaje de normas y reglas”. “En el campo es un símbolo de autoridad y se recibe con fiesta al recién egresado”. Son ideas preconcebidas y obsoletas que lastimosamente, como en el ejemplo citado, justifican el botín de unos cuantos en desmedro de jóvenes, y peor aún, en nombre de Bolivia.

Servir a la patria es un alto ideal acuñado en las escuelas militares basadas en los principios de la Roma clásica. Nuestra América postlibertaria se fundó en hombros de héroes que, a caballo y espada, forjaron las bases de nuestros países. Pero atrás quedaron esas escenas que hoy cuelgan en museos y estatuas. Los héroes de hoy ya no empuñan fusiles sino lápices y tizas. Hoy están en las calles, en forma anónima, haciendo su trabajo en esta tarea de construir país. Por lo mismo, no me rasgo vestiduras por la idea de anular el servicio militar, para agregar la posibilidad de “servir a la patria” desde otra trinchera: un servicio social obligatorio.

Sugiero un espacio donde los jóvenes, bajo los mismos términos del servicio militar (edad, condición de salud), puedan poner sus habilidades al servicio de Bolivia, ya sea alfabetizando en barrios, reforzando en Matemáticas, coordinando talleres de Lenguaje u Ortografía, apoyando en ferias de ciencia, en fin. ¿Por qué no pensar en la factibilidad de llevar y enseñar tecnología a zonas menos conectadas? Las posibilidades son múltiples desde una perspectiva académica. Todos los estudiantes saben algo que pueden enseñar, y necesitan algo que pueden aprender, desde quechua hasta la creación de una instalación eléctrica. La Bolivia del siglo XXI no puede seguir bajo las reglas del siglo XIX. Más que aprender a cargar un fusil o vivir en una tropa, creo que las habilidades técnicas y cotidianas aportan mucho más valor a una persona que quiere introducirse en esta compleja sociedad. Un chico que aprendió a arreglar una bomba de agua y que instaló un sistema de riego en una comunidad agrícola entrará a la universidad (o donde quiera proseguir su vida) con ideas más claras y una experiencia más completa de Bolivia (...).