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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Rezago universitario

Rezago universitario
La máxima popular “Todo tiempo pasado fue mejor” es una frase hecha, pero bien parece cierta si de nuestras universidades hablamos. El diario El Deber informó el lunes que las casas superiores de estudio del país quedaron fuera del conteo de las 81 mejores universidades de América Latina, elaborado por la revista británica Times Higher Education (THE), que evalúa las entidades educativas en base a 13 indicadores, entre los que destacan investigación y publicaciones académicas. De acuerdo con el índice del 2017, en la lista de 81 centros de estudio hay 32 brasileños, 17 chilenos, 13 mexicanos, 11 colombianos y ocho de otros países. La Universidad Estatal de Campinas (Brasil) se ubicó en el primer sitio, desplazando este año a la Universidad de Sao Paulo. Ingresaron por primera vez dos universidades de Argentina y dos de Ecuador.

Bolivia no aparece en la medición. Sería extraño que lo haga, pues nuestro sistema universitario público y privado sobrelleva una dura crisis. Y no es que antes hayamos aparecido, pero el prestigio de nuestras instituciones era mayor. Para hablar de las primeras, ayer la local, la UMSS, celebraba 87 años de la autonomía universitaria. Un comunicado institucional firmado por sus autoridades señalaba: “La puesta en vigencia de la autonomía universitaria significó, hace 87 años, la refundación de la universidad pública en libertad de cátedra, de expresión, de pensamiento y de administración de recursos, conquistas democráticas que hoy configuran la nueva universidad. Hoy somos una institución sólida, proyectada a las necesidades regionales y nacionales gracias a la autonomía, que se ha convertido en una garantía constitucional luego de décadas de lucha”. Parecen palabras fuera de contexto.

Y es que, para no referirnos a la debacle académica, por donde se hurgue, salta pus en cada uno de los estamentos universitarios, incluyendo a los estudiantiles, sobre los que pesan asimismo serias denuncias de corrupción y matonaje del más puro estilo delincuencial. Poderosos sindicatos de administrativos, de docentes y del propio alumnado hacen todo lo posible para no perder sus oscuros privilegios, amparados en un modo de gestión autonómico evidentemente caduco por la casi nula fiscalización que sobre este pesa. La polémica titularización, ineficiencia en la ejecución presupuestaria, pugnas literalmente sangrientas y compraventa clientelar de exámenes, notas y puestos laborales forman parte de ese paisaje que no es tampoco ajeno a ninguna de las similares del interior.

Del lado de las privadas, con excepciones que seguramente las hay, la situación es también crítica por la visión mercantil que suele ir en desmedro de lo educativo. Son otros los problemas, pero los resultados más o menos iguales. Una de las debilidades más importantes es la atención que se presta al sector docente. Bien lo decía en estas páginas el experto en nuevas tecnologías y exdocente Marcelo Durán: “En Bolivia, el rol docente es considerado secundario, por debajo de la actividad profesional (…). Queda poco claro el concepto de que lo más importante en una universidad no es la infraestructura ni los convenios ni la acreditación, sino los docentes. Ellos son la base formativa que le dará sentido a todo lo anterior (…). Sucede que, en nuestro medio, las universidades contratan a un docente por ‘tiempo/hora’, en el entendido de que ese profesional debe fragmentar su horario entre varias universidades y/o actividades. El resultado, y con el mejor esfuerzo de ese docente, nunca será igual al de una contratación fija. Es curioso que en las universidades el personal administrativo gane más que los docentes. Ante esta precariedad económica, queda un margen casi nulo para maniobrar en otras actividades vinculadas con la innovación”.

Así las cosas, poco o nada se puede celebrar la autonomía universitaria ni el emprendimiento educativo privado.