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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Más allá del estilo

Más allá del estilo

Cuando se hace referencia a la creación de un Estado, se piensa en un conglomerado de personas con un mismo imaginario, el que, a partir de entonces, comprenderá que tiene un pasado y tradiciones comunes, elementos que darán identificación y sentido a su vida como grupo social. En sentido estricto, no se tratará de una invención en el vacío, de algo que no existe y que se construye desde la fantasía, sino que, a partir de un pasado, ciertos significados serán seleccionados y otros rechazados, de manera que la selección de hechos del pasado se realizará en función de las necesidades del proyecto político-ideológico.

En este imaginario, ser parte del proyecto significa, entre otras cosas, tener una identidad, amar a la patria, respetarla y compartir todos los símbolos que de ella hablan: banderas, himnos, escudos, escarapela o cualquier otro posteriormente creado, que se haya introducido en coyunturas determinadas. Habitualmente, los estados instrumentalizan los símbolos, convirtiéndolos en acción política para su propio enaltecimiento.

Siendo así, es probable que en las ciudades se perfile una fisonomía llena de edificaciones emblemáticas que encumbren a urbes lejanas y que se las muestre como parte del patrimonio: palacios, teatros, catedrales estilo neoclásico con elementos barrocos. Del mismo modo, estos sorprendentes lugares se llenarán de monumentos y estatuas conmemorativas de gestas heroicas que satisfagan pasados gloriosos de las naciones, alrededor de las cuales las autoridades y el pueblo se concentrarán en fechas determinadas, para desplegar rituales de sacralización de la memoria histórica, portando símbolos patrios, entonando fervorosamente himnos de la nación. En fin, se realizarán homenajes y, de acuerdo a la ocasión, se darán grandes discursos.

Es sugestivo especular, en el sentido de que todas las invenciones (en la supuesta nación) se esforzarán por representar la figura de lo nacional u oficial, en un gusto especial por lo europeo o algún modelo del norte. Seguramente, en estas naciones inventadas, la admiración por lo extranjero procederá del carácter dependiente de la economía en el sistema-mundo. Además, en estas supuestas condiciones políticas e ideológicas, se estructurará una mentalidad, impuesta por la modernidad, que considera que lo verdadero es del norte global.

De manera que, si posteriormente existiese el sobreposicionamiento de representaciones arquitectónicas de otro estilo, que rompa con la armonía neoclásica (por ejemplo), estas serán de orden simbólico. Me atrevo a decir que, más que la estética o el equilibrio del conjunto, interesará el empoderamiento ideológico como símbolo de recuperación y/o pertenencia socioterritorial. Es muy simple, la lucha por el espacio y la ocupación del mismo es el reflejo de las relaciones de poder. Pienso en templos católicos sobre pirámides mesoamericanas o mezquitas; en la trasformación del espacio de sociedades que están bajo el dominio de otras; en el establecimiento de ciudades coloniales en los centros políticos de territorios conquistados. En estos espacios, ciertamente públicos, se producirán cambios en el orden simbólico, pues la memoria selecciona, reconstruye e ideologiza.