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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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La concepción del mundo

La concepción del mundo
Como diría Saenz, lo popular no es así nomás. Nada es casual en la forma que escoges el universo que te rodea. Si escoges hablar de los héroes anónimos, de los héroes originarios y desconocidos, no estás haciendo un curso de antropología, sino una decisión política, la conciencia de un universo social que antes no existió en nuestra historiografía llena de fechas, batallas, fastos y héroes criollos. ¿Quién sabe quién era Pío Hermosa, Lira y Gandarillas, Chinchilla y Fajardo, el Locoto Mendizábal? El Tambor Vargas tiene en su diario breves biografías de 250 héroes anónimos.

Es más fácil hablar de tu ombligo y de cuanto te rodea —las mujeres bellas, según los cánones occidentales, los barrios exclusivos e inconstitucionales, porque no puedes transitar por ellos sin dejar tu cédula de identidad; los coches con vidrios raybanizados, las gafas—. No ocurre lo mismo si escoges la zona sur de Cochabamba, la Eloy Salmón, las laderas en La Paz o el Plan 3.000 de Santa Cruz; La Cancha, Villa Pagador, todo lo que te rodea de ese mundo infame en el cual naciste y te ves obligado a vivir, cuando podías ser europeo o norteamericano; ¿por qué, señor, por qué?

No hay zona con mayor vida social que la sud (deberíamos decir sur, pero quede así) con sus salones de "eventos", su gente que no ha olvidado la comunidad, los movimientos sociales, el sacar sus sillas a la acera para conversar con los vecinos, el nacimiento, el bautizo, el uma rutuku, la enfermedad, la muerte, los velorios, el lavado de la ropa del muerto, la misa de nueve días, de cabo de mes, de cabo de año... Todas circunstancias para reír a carcajadas o llorar a moco tendido, para expresar nuestra identidad, lo que sentimos, a diferencia de la "gente decente", que disimula sus sentimientos tras un aislamiento y una aparente indiferencia y una tacañería visible a la hora de invitar alguito en estos acontecimientos.

Escoger uno u otro universo es aceptar una concepción del mundo; y también una apuesta política, pedagógica, un sentimiento, una decisión en la cual está implicada la pertenencia étnica y de clase, aunque hay también casos de decisión ideológica. Está implicado el gusto por lo nuestro, nuestra forma de ver el mundo, que abarca pensamiento y acción. Los dueños del buen gusto tienen mansiones, decorados interiores occidentales, oyen música “culta”, tienen programas de radio y cable favoritos. Algunos los imitan, pero sale ganando la concepción del mundo, la cosmovisión, la weltanschaaung que nos hace irredimiblemente populares. Por eso no nos convencen.