Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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¿Empate catastrófico?

¿Empate catastrófico?
Los bolivianos conocemos bien lo de empate catastrófico. Ambas palabras juntas nos remiten a la crisis política y social agravada en 2008, cuando parecía que el choque entre el Gobierno y opositores, incluso entre oriente y occidente, amenazaba con una guerra civil o hasta la división del país. Violencia verbal y física de uno y otro bando, bloqueos, tomas de pozos petroleros y entidades públicas, disputa de los recursos del Estado y votaciones varias, algunas de estas sin el aval del Órgano Electoral, caracterizaron el conflicto. Uno de los motivos era precisamente el proceso constituyente impulsado por el Ejecutivo, aunque los antagónicos se jugaban mucho más que eso.

“El 18 de septiembre [el prefecto Leopoldo Fernández] dormiría por primera vez en el penal de San Pedro. Para él comenzaba otra historia, para Pando también. El efecto de lo que había sucedido la madrugada del 11 de septiembre alcanzaría a todo el país. Ahora solo era cuestión de tiempo. Nadie lo sabía, pero la guerra en Bolivia había terminado. Los episodios racistas, los referendos y los estatutos, la violencia cívica, la resistencia popular y la lucha autonomista, la intolerancia, las mentiras, los temores del Gobierno, las peleas íntimas, las renuncias, los espías, las traiciones y los héroes anónimos. Todo quedó en la memoria de los protagonistas”. Así se refiere, en su libro “La mañana después de la guerra”, el periodista Boris Miranda a los sucesos del 2008.

Pues bien, aunque con muchos matices y salvando las distancias, algo similar parece estar ocurriendo en Venezuela. Miles expresaron el domingo su opinión sobre un cambio de Constitución, cuando se celebró una votación convocada por el Poder Electoral para ensayar los comicios de la Asamblea Constituyente y un referendo opositor, sin el concurso de autoridades electorales, para rechazar este proceso gubernamental. Los votantes de esta última contienda, calificada por el Gobierno del presidente Nicolás Maduro como un acto de militancia política, fueron consultados sobre si están de acuerdo con la Constituyente y, además, con instaurar una administración de transición. Por supuesto, el resultado esgrimido por los organizadores fue en este sentido. De los —según opositores— más de siete millones de sufragantes, el 98 por ciento rechazó la renovación de la Carta Magna y dio su visto bueno al cambio del Ejecutivo que, por su lado, ratificó para el 30 de julio la votación para la elección de constituyentes.

El de este fin de semana, con una persona muerta, con la que ya casi se ha llegado al centenar de víctimas (entre opositores, oficialistas y agentes de seguridad), es apenas el último episodio de protestas en contra y a favor del Gobierno que han convulsionado y enlutado a Venezuela. ¿Cómo salir de esta crisis? Lamentablemente, la respuesta no se plantea cercana ni fácil; no parece haber una salida de consenso.

En Bolivia, el conflicto por la hegemonía se resolvió al acudir el Gobierno al respaldo de sus movimientos sociales afines para lograr la aprobación de la nueva Constitución; también a partir del error opositor que, vía referendo revocatorio, le dio al Ejecutivo la posibilidad de la continuidad y además sacó a dos fichas contrarias del tablero; y, por último, apelando al desenlace militar, como en el caso de la detención del exprefecto de Pando o el posterior aniquilamiento de una célula terrorista en Santa Cruz.

¿Podría suceder lo mismo en la patria de Bolívar? Pensamos que no. Si bien —fruto de los aciertos del pasado— el chavismo mantiene aún una base social, esta parece no ser ya mayoritaria y, por otro lado, la oposición parece estar mucho más organizada y dispuesta aun a la violencia. Por otro lado, aunque podría haber resultado ser viable, son amplios sectores los que cuestionan la legalidad de la Constituyente, incluso funcionarios que le dieron la espalda a Maduro. A más de eso —fruto de los errores del pasado y de la actual gestión—, el país vive una grave debacle económica.

En este difícil panorama solo resta hacer votos para que, en bien de su mismo pueblo, oficialistas y opositores tomen la iniciativa de sentarse y hallar una salida negociada, algo que ninguno de los dos sectores parece en el fondo querer.