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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El Segundo Mandamiento

El Segundo Mandamiento
La palabra imagen viene del latín “imago” (retrato, copia, imitación), a modo de designar la representación de uno frente a un espejo. De allí vienen palabras poderosas como imaginación o imaginario. Los griegos usaban la palabra ícono o “eikon” para designar a esta imagen. Actualmente, se ha desvirtuado su uso para designar símbolos en la computadora o el teléfono, cuando en realidad la iconografía (griega, por ejemplo) es toda una exquisita manera de representar visualmente a la divinidad.

La intrínseca relación entre imagen y divinidad nos lleva al libro de Génesis (1:26). Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. De ahí que tampoco es casual que el mismo Antiguo Testamento prohíba el culto a la imagen, a dioses ajenos y al propio. El Segundo Mandamiento dice: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra”. La imagen, pues, tiene un poder fascinante. Piensa en qué momento los ángeles empezaron a tener alas y Dios fue un hombre anciano de barba. La Iglesia Contrarreformista fue una gran mecenas de pintores renacentistas que dibujaron imágenes que hasta el día de hoy damos por obvias (cristos, vírgenes, santos, etc).

En algún momento del siglo XX, la cultura de la imagen se convirtió en una industria con el cine, la TV, la publicidad y hoy internet. Resulta curioso que nuestra cultura haya colocado bajo censura a la pornografía y toda imagen relacionada con sexualidad, en tanto que violencia, heridas, muertes y suicidios pasen el filtro con naturalidad.

Hace poco dicté un taller a padres y profesores en un colegio, dado que descubrieron que los alumnos ocultaban pornografía en una app que tenía el ícono de linterna. Les pregunté: ¿Qué es peor? ¿Ver a una pareja teniendo sexo o a una persona matar? El reciente incidente en Santa Cruz fue un ejemplo de ello. Compartir la muerte de una persona bajo el alero de “periodismo ciudadano” o “alerta de seguridad” es una falacia que oculta la pobreza educativa de quien no sabe la importancia (ni menos respeta) de la imagen del otro. Ante la masificación de celulares, la imagen ha dejado de ser privada y se ha convertido en un bien de intercambio. Te planteo un ejercicio: cada que vez que vayas a compartir la imagen de otra persona (sea cual fuere la situación), pon el rostro de un familiar en ella y considera las implicancias. ¿Serías capaz de compartir el video de cómo matan a tu hijo? Morir debe ser un acto de dignidad que como seres humanos debemos respetar, más allá de los medios e internet. La imagen del otro es sagrada. Si se pudiera reescribir el Segundo Mandamiento debería ser: “No usarás la imagen del otro en vano”.