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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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OJO DE  VIDRIO

Cortázar y Boris Vian

Cortázar y Boris Vian
No entiendo cómo no encuentro una sola referencia a Boris Vian en la vasta obra de Julio Cortázar, cuando es un antecesor y un precursor de él en muchos sentidos. Vian anticipa la curiosa geografía de “62, novela para armar”, en su novela “La espuma de los días”, en la cual París tiene calles, avenidas y plazas según el capricho del autor. Vian fue sátrapa del Colegio de Patafísica, institución ligada a la rebelión contra la razón occidental, que fundó Alfred Jarry y a la cual pertenecía Cortázar, o no se cansa de nombrarla. Pero a Vian hay que encontrarlo sobre todo en ese espíritu antiutilitario, tan caro a Cortázar que le hace dictar los actos gratuitos de sus cronopios o las críticas del dame que te daré, challenge and response, del utilitarismo burgués.

Boris Vian no llegó a los 40 años, pero fue ingeniero, inventor, músico y sobre todo escritor. Compuso cinco rock and rolls sensuales. Su novela principal aspiró al Premio Goncourt, pero al final le escamotearon para darle a un desconocido que ni siquiera figura en Google. No obstante, 50 años después de su muerte, Vian fue incorporado a la Pléiade, un cenáculo de grandes escritores que emergen de lo mejor de la literatura francesa. Con todo, es fama que cada vez ganaba menos de su literatura y que su amada mujer lo dejó por su mejor amigo, el admirado Jean Paul Sartre, a quien encontramos en su novela con el nombre de Jean Sol Partre. Uno de sus cuentos habla del lobo-hombre, un lobo que muerde a un hombre por accidente, y entonces se vuelve calculador, traicionero a su especie, ávido de competencia, hombre al fin en lugar de conservar la nobleza del animal. Esta psicología torcida la vamos a encontrar en la pareja que escolta el matrimonio de Colin y Chloé en “La Espuma de los Días”, que son un par de gais celosos; o en las palabras del cocinero de Colin cuando este le pregunta por su hermano: Oh, nos salió oveja negra. Imagínese que en una familia de cocineros nos resultó ingeniero. ¿Cómo no vamos a encontrar aquí la huella de Vian en la obra de Cortázar? Sin embargo, un escritor tan poco mezquino como él, que adoraba París e influyó tanto en mi generación, no dice una línea sobre alguien que seguramente conoció, leyó y amó en vida.

Un lector me dijo que esto es falso, porque Cortázar en algún momento habla de Boris Vian. Espero equivocarme. Pero la mención de esta influencia debió ser tumultuosa y omnipresente en “Rayuela”, una novela tan parecida a “La espuma de los días”.