Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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Tocamos fondo

Tocamos fondo
La pésima administración de justicia en Bolivia fue, desde la creación de la República, un mal endémico. Casos de retardación por décadas, cárceles llenas de presos sin sentencia, interminables y muy burocratizados procesos, y operadores corruptos hicieron que el Poder Judicial ocupe siempre el lugar más bajo o uno de los más bajos en cuanto a credibilidad ciudadana.

El más reciente intento de cambio del sistema se efectuó en octubre de 2011 cuando, en cumplimiento de la nueva Constitución promulgada dos años antes, se llamó —de modo inédito en el país y la región— a elecciones para por voto popular constituir los más altos cargos. Tal intento de transformación, como lo han reconocido sus mismos impulsores desde el oficialismo, ha fracasado rotundamente. El descalabro se evidencia a diario, siendo esta última semana excepcional por los yerros y hasta delitos cometidos por los propios funcionarios llamados a administrar justicia.

En principio, se conoció que Reynaldo Ramírez Vale, de 27 años, salió de la cárcel de Palmasola de Santa Cruz el martes, después de dos años de ser aprehendido y sentenciado por un delito de feminicidio que no cometió. Ramírez fue sentenciado a 30 años de cárcel sin derecho a indulto por un supuesto parecido facial con el verdadero culpable. No solo un peritaje policial probaba que el acusado era inocente. Durante el proceso de investigación, y en el juicio, fueron presentadas otras cuatro pruebas de que el acusado no podía haber asesinado a Verónica Menacho, pero tanto la Fiscalía como los jueces las ignoraron y lo condenaron.

Posteriormente, en el marco del proceso para la elección de autoridades judiciales, llegaron hasta los medios informativos varias de las preguntas de evaluadores universitarios a postulantes al Tribunal Agroambiental y Consejo de la Magistratura. La burla y las críticas a las preguntas del examen escrito tomado a los candidatos no solo se originaron en la oposición, sino en las redes sociales donde los internautas calificaron, por lo simple de algunas preguntas, de "vergonzosa" la prueba para quienes aspiran a ocupar los altos cargos en el Órgano Judicial.

Pero lo que rebasa ya toda paciencia y tolerancia es lo acaecido con una niña. A través de un reporte de Red Uno, se dio a conocer que la menor fue víctima de violación hace tres años en Santa Cruz, y desde entonces peregrina, junto a sus padres, en busca de justicia. Debido al trauma que sufrió, su familia se mudó a La Paz y viaja permanentemente a la capital cruceña para participar en las audiencias que casi siempre son suspendidas por diversos factores. Hace unos días se realizó una de esas audiencias a puerta cerrada, después de que ingresaron inicialmente a ese acto, según el reporte periodístico, solo la parte acusada y las autoridades judiciales. Posteriormente, y violando todas las normas que protegen a los niños y a las víctimas de agresiones sexuales, por orden de la jueza Yovanna Gómez, se convocó a la menor para que narre lo ocurrido delante de su agresor y el resto de los asistentes. En el video difundido sobre ese hecho, se escucha cómo la niña rompe en llanto al recordar lo ocurrido.

Una justicia que no solo no protege a una niña, sino que además la agrede revictimizándola, no merece la menor consideración. Este episodio ciertamente señala el fondo del pozo al que ha llegado el sistema judicial. Con seguridad, hay varias y muy honrosas excepciones, pero buena parte de los funcionarios de este Órgano del Estado parece no diferenciarse de los delincuentes con los que a diario trata. Es de no creer la lentitud y corrupción en la que se hallan inmersos muchos jueces y fiscales, pero lo es más que desconozcan los más elementales principios del derecho. No otra cosa se puede esperar dada la pésima formación que reciben los juristas en las propias universidades, la misma que, si llegan a ser funcionarios, es puesta en práctica al influjo de nefastos intereses.

La justicia boliviana requiere de una verdadera revolución. Una que ante todo debe ser primero moral.