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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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La muerte está en el aire

La muerte está en el aire
Invisible, es un mortal enemigo que hemos creado todos y que a todos nos afecta por igual, sin que atinemos a protegernos. OPINIÓN informó ayer que un estudio realizado por la Universidad Católica Boliviana indica que el año pasado 174 muertes registradas en la ciudad están relacionadas a la contaminación atmosférica.

La alarmante cifra la dio a conocer la carrera de Ingeniería Medioambiental, que cada año hace un monitoreo de ese dato. El investigador y docente de esa carrera Marcos Luján expresó que, según un cálculo en base a una fórmula, la proporción atribuible en 2016 se estableció porque el promedio anual de contaminación alcanzó 57 microgramos por metro cúbico de material particulado (ug/m3).

Indicó que, por año, en la ciudad hay unas 4 mil a 10 mil muertes por distintas causas y que, de ese promedio, el cálculo por contaminación atmosférica señala esa cifra. Aclaró que la mortalidad no siempre tiene que ver con infecciones respiratorias, sino que se produce también por otro tipo de afecciones que, agravadas por la contaminación, pueden desencadenar decesos. Las muertes pueden ser causadas por fenómenos de intoxicación aguda, crisis cardíaca, crisis asmática, infecciones respiratorias, neumonías agudas o también accidentes cerebrovasculares.

El investigador manifestó que, pese a que los índices de contaminación bajaron en relación a años como el 2009, en el que alcanzó un promedio anual de 70 ug/m3, la situación actual de la ciudad es crítica, pues la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció un tope de 20 ug/m3 anual. “Estamos superando con mucho ese valor, y eso se traduce en este tipo de muertes”.

Explicó que el material particulado o PM, que es el principal contaminante en nuestra ciudad, está conformado por pequeñas partículas con un diámetro menor a 10 micras, que tienen la capacidad de ingresar a nuestros pulmones. Al estar en el aire, también se convierten en un vehículo de ingreso a nuestro organismo de sustancias tóxicas, y entonces generan reacciones de intoxicación directa, inflamatorias o irritativas que generan crisis cardíacas y embólicas.

El neumólogo de la Caja Nacional de Salud (CNS) Víctor García dijo que el 80 por ciento de los pacientes que atiende de manera diaria presenta problemas de asma. Indicó que cada vez hay más personas con la enfermedad, y lamentablemente no hay nada que el ciudadano pueda hacer para prevenir las patologías que son provocadas por la contaminación ambiental.

En pocas palabras, estamos, pues, indefensos ante el mal que nosotros mismos hemos creado. Y es una indefensión que parece no preocuparles nada a las autoridades regionales, enfrascadas en otro tipo de dilemas cuando lo fundamental, la vida, es lo que está en juego.

Ni Gobernación ni Alcaldía han expuesto una política integral y seria para mejorar nuestro medio ambiente. Ahí siguen —y a este paso seguirán— pendientes los grandes problemas señalados por los especialistas. Los ladrilleros de la zona sur siguen resintiéndose a dejar de contaminar; grandes sectores aún no cuentan con alcantarillado, con lo que hacen sus necesidades al aire libre; lejos de restringir el ingreso de más vehículos al centro, hace poco se legalizó el tránsito de otros 800; la polucionada laguna Alalay sigue despidiendo cianobacterias con consecuencias aún no establecidas; el olor cerca del río Rocha da una idea del contenido de su agua; ya no son noticia los continuos incendios del parque Tunari.

El problema es sin duda estructural y merece una respuesta política de ese tipo. Bien hacen diversos colectivos ambientalistas en protestar por la tala de árboles, pero la solución total a nuestros males no tiene nada que ver con que solo se paralice tal acción. Debemos los ciudadanos unirnos y reclamar a quienes nos gobiernan un plan serio y de gran alcance que, a más de la reforestación, garantice que el mismo aire deje de ser nuestro enemigo.