Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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UN POCO DE SAL

La violencia como costumbre

La violencia como costumbre
La violencia hacia la niñez es una muestra de lo que sucede en la sociedad: nos hemos acostumbrado a resolver los conflictos desde la violencia, sea por acción o por omisión, desde lo más doméstico hasta lo más estructural.

Solo en Cochabamba, la FELCV registró siete casos de infanticidio en lo que va del año. Poco más de un infanticidio por mes. ¿Qué lleva a las personas adultas a violentar a la niñez, a hacerla vulnerable, a abandonarla o, en el extremo, a asesinarla? Veamos el fondo.

Todo niño o niña establece ciertas estrategias de comunicación (principio comunicativo). Sus diversas manifestaciones, que van desde el llanto o la risa, pasando por los gestos, la mímica, la postura, la mirada, hasta la verbalización de sus necesidades, no son otra cosa que lenguaje que busca comunicar algo.

Muchas de estas manifestaciones suponen para el adulto un conflicto que demanda ser resuelto. En sociedades como la nuestra, el varón soluciona ese “conflicto” en conexión con los roles del patriarcado, delegándole la tarea a la mujer. O también, desde la subjetividad adulta (principio de subjetividad), la solución viene en términos de violencia.

Cuando niños y niñas comunican sus necesidades, prevalece una reacción de los adultos, dirigida por roles y características socioculturales aprendidas como “adultos”. Ello les lleva a relacionarse con la niñez siendo ellos —los adultos— el centro (esto es “adultocentrismo”): asumen las manifestaciones de la niñez como estresores; definen dicha relación en términos de conflicto y, finalmente, resuelven el “conflicto” que supone la niñez desde la violencia. La subjetividad adulta debe entenderse como criterio de unificación social, que no se explica por el entendimiento y la reflexión, sino por su unilateralidad y acriticidad. Esta estructura de pensamiento y comportamiento en nuestro contexto ha adquirido tal fuerza que es capaz de minar, en la práctica, cualquier poder unificador alternativo como los derechos humanos, por ejemplo, que rescate la dignidad de la niñez.

Solucionar los problemas desde las necesidades de niños y niñas, y no desde el poder de los adultos, nos ayudaría a reducir los altos índices de violencia, lograr consensos y relacionarnos con la niñez en igualdad de condiciones.