¿San Juan contamina?
22 de junio de 2017 (20:39 h.)
La niñez es algo maravilloso. Hoy recordamos cómo disfrutábamos de las fiestas. Algo que esperábamos era San Juan, tan bello y divertido. Antes se jugaba con agua y fuego. Muchos recuerdan los concursos de encostalados, del palo encebado. En fin, había diversión. En los poblados alejados, se jugaba con agua. Era la década de los años 60. Ni la llegada del hombre a la Luna a fines de esa década la recordamos tanto como esas fiestas.
Hoy, después de casi 60 años, la vida es otra vida. Estamos pendientes del talado de un árbol, porque el modernismo nos ha llevado a discutir el futuro. Estamos sufriendo ya el costo del desarrollismo.
Cochabamba es un espacio bello aún. Debemos cuidarlo, pero sin descuidar el avance de la sociedad, que exige no solo control, sino políticas públicas para el desarrollo con sostenibilidad. Hace 60 años, en la ciudad de Cochabamba había solo 200 mil habitantes; hoy ya llegamos a los 800 mil.
Cuando observamos que los administradores de la ciudad están aprobando leyes y preparando controles con aplicación de ley, surge la voz de la naturaleza. Si la respetamos, viviremos todos felices.
Una y hasta dos noches de quema de maderas y otros materiales producen una contaminación por el humo, claro que sí. Eso nos asusta y nos lleva a pedir control, con razón. Midiendo el humo de esas 12 horas, se promueve pedir “prohibición” de las fogatas. Los políticos cumplen su labor al emitir disposiciones, pero de manera poco convincente.
El humo de carbón (dióxido de carbono, CO2) que emanan los vehículos que usan energía de fósiles es tan brutal que, si se concentrara el de todo el parque automotor, representaría meses del humo de San Juan.
Lo que hoy contamina más son los juegos de pirotecnia. Emanan elementos nocivos y dañinos, además el humo mismo, pero su efecto es mínimo frente al CO2 de los vehículos.
Como representantes del CODAC (Comité de Defensa Ambiental de Cochabamba), sabemos que Cochabamba es líder de contaminación de la atmósfera en Sudamérica, con 41 miligramos por metro cúbico. Lima tiene 38. Corresponde que el Concejo Municipal regule y controle a todos los contaminadores directos o generadores, pero también a fabricantes de productos (refrescos y otros).
Hoy, después de casi 60 años, la vida es otra vida. Estamos pendientes del talado de un árbol, porque el modernismo nos ha llevado a discutir el futuro. Estamos sufriendo ya el costo del desarrollismo.
Cochabamba es un espacio bello aún. Debemos cuidarlo, pero sin descuidar el avance de la sociedad, que exige no solo control, sino políticas públicas para el desarrollo con sostenibilidad. Hace 60 años, en la ciudad de Cochabamba había solo 200 mil habitantes; hoy ya llegamos a los 800 mil.
Cuando observamos que los administradores de la ciudad están aprobando leyes y preparando controles con aplicación de ley, surge la voz de la naturaleza. Si la respetamos, viviremos todos felices.
Una y hasta dos noches de quema de maderas y otros materiales producen una contaminación por el humo, claro que sí. Eso nos asusta y nos lleva a pedir control, con razón. Midiendo el humo de esas 12 horas, se promueve pedir “prohibición” de las fogatas. Los políticos cumplen su labor al emitir disposiciones, pero de manera poco convincente.
El humo de carbón (dióxido de carbono, CO2) que emanan los vehículos que usan energía de fósiles es tan brutal que, si se concentrara el de todo el parque automotor, representaría meses del humo de San Juan.
Lo que hoy contamina más son los juegos de pirotecnia. Emanan elementos nocivos y dañinos, además el humo mismo, pero su efecto es mínimo frente al CO2 de los vehículos.
Como representantes del CODAC (Comité de Defensa Ambiental de Cochabamba), sabemos que Cochabamba es líder de contaminación de la atmósfera en Sudamérica, con 41 miligramos por metro cúbico. Lima tiene 38. Corresponde que el Concejo Municipal regule y controle a todos los contaminadores directos o generadores, pero también a fabricantes de productos (refrescos y otros).