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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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OJO DE  VIDRIO

Busch, la flecha incendiaria

Busch, la flecha incendiaria
Acabo de leer “Dos disparos al amanecer” (Ed. Plural, 2017), biografía del presidente Germán Busch realizada de modo impecable por Robert Brockmann, y se agolpan en mi memoria fragmentos del libro, que comprueban la ardua investigación que le demandó al autor en Internet, archivos alemanes, americanos y bolivianos y lecturas sin fin. No es una hagiografía ni un libro de compromiso político, pues tiene una visión desapasionada de documentos que hacen a una buena biografía. ¿Qué decir de su muerte? Al filo de suicidarse, Busch era —o estaba—neurasténico por deficiencia alimentaria de largo plazo, tenía estrés —en el lenguaje de época se decía excitación nerviosa— y le dolían la dentadura y la cabeza. Era monomaníaco y un suicida incomprendido y estoico, según la conclusión del autor. Conocía casi nada de economía, era inocente y honesto en medio de políticos marrulleros y le indignaba recibir anónimos donde se lo pintaba como marioneta de ellos, como aquel redactado por cochabambinos que precipitó su muerte. Pero, entonces, ¿cuál es su legado? Brockmann concluye: “Busch era una flecha incendiaria que surcó… una noche oscura, se clavó y, cuando todos la creyeron extinguida, prendió un enorme incendio, que quemó una vieja estructura e iluminó el campo para construir otra nueva”. Aún más, su decreto del 7 de junio, que obligaba a la gran minería a depositar en el Banco Central el 100 por ciento de sus divisas, “nunca entró en vigor, (pero) abrió las puertas de la imaginación y de las posibilidades futuras”. Tan es así que el MNR escogió ese 7 de junio para fundar su partido, y se apropió de las imágenes de Busch y Villarroel; pero Brockmann concluye: “Dejemos que se abra paso una imagen que se parezca más a la verdadera”.

Es un libro histórico, periodístico, escrito con vigor, pero sin apasionamiento. No tiene la atracción impresionista de las cartas que intercambiaron con Carlos Montenegro (Busch le decía “Querido Fierituy”, en sus respuestas) ni la generosa contribución de Mariano Baptista al editar y comentar la biografía que Montenegro hacía de Busch en Buenos Aires, pero tiene sobre ellos, y sobre el libro más conocido de Augusto Céspedes, una ventaja: la confirmación con documentos y la mirada fría, diríamos objetiva (¿alguna mirada lo es?) de Brockmann sobre la personalidad cautivante de Germán Busch Becerra. El héroe del Chaco y expresidente no era totalitario ni demócrata, sino nacionalista a secas, como pronto comprendieron los fundadores del nacionalismo revolucionario.