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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Vote por Frank Underwood

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Ya lo señalamos antes, en los últimos años y series mediante, lo mejor del llamado séptimo arte se ha trasladado a la televisión, coinciden críticos y especialistas alrededor del globo. Lo artístico del cine, una industria con motivaciones mayormente comerciales, se ha mudado a la pantalla chica, cuando no comienza también ahora a colonizar internet.

Con varias producciones precursoras, pero sobre todo desde inicios de siglo, se han realizado, principalmente en Estados Unidos, obras de gran magnitud, ambición y riesgo que, por su calidad, se han ganado fanáticos en el mundo entero que han vuelto a creer en la televisión como un auténtico medio de entretenimiento. Ahí están, por ejemplo, “Los Sopranos” (1999 - 2007), “The Wire” (2002 - 2008) y “Breaking Bad” (2008 - 2013).

¿Qué tienen en común estas producciones? En primer lugar, lo masivo. Fueron consumidas semana a semana, capítulo tras capítulo, durante temporadas que se extendieron hasta seis años, por millones de fanáticos, contándose entre ellos desde presidentes hasta ciudadanos comunes. Seguramente, para ello influyeron las enormes inversiones que se efectuaron. Pero, especialmente, tales series cautivaron a miles de espectadores por lo complejo de sus guiones, por su excelente dirección y narrativa de suspenso bien distribuida en tan audaces y largos relatos.

A más de lo anterior —y mucho más importante—, tales series comparten la característica de describir, de un modo descarnado a la vez que altamente estético y matizado, las oscuras mafias dedicadas a indecibles negocios, desde el contrabando de alcohol hasta el tráfico de drogas y lo sórdido de la trata de personas. Lo hacen sin el maniqueísmo de los buenos contra los malos, sino exponiendo lo abigarrado de tales fenómenos sociales, en los que casi siempre están implicados policías, autoridades de gobiernos y personas supuestamente de bien, que en la sociedad tienen, en teoría, el rol de hacer cumplir las leyes y defender la convivencia pacífica.

Una de las últimas series que más revuelo ha generado recientemente es la también estadounidense “House of Cards”, drama político creado por Beau Willimon. Esta es una adaptación de la miniserie del mismo nombre realizada por la BBC, y se basa en una novela de Michael Dobbs. La primera temporada, que comprende 13 episodios, se estrenó el 1 de febrero de 2013, en el servicio de streaming de Netflix, donde este año está ya disponible la quinta temporada. “House of Cards” es la historia de Frank Underwood (Kevin Spacey), un congresista demócrata y coordinador de la mayoría de la Cámara de Representantes de EEUU. Luego de haber sido pasado por alto para su nombramiento como Secretario de Estado, inicia una elaborado plan para llegar a una posición de mayor poder, ayudado por su esposa, Claire Underwood (Robin Wright).

En nuestro suplemento cultural Ramona de mañana, nuestro periodista y crítico especializado de cine y televisión Santiago Espinoza reseña la más reciente temporada de la serie. “No podemos menos que redoblar nuestras esperanzas de que la sexta temporada vaya a resucitar una vez más la mejor versión de la serie. No podemos conformarnos con ese pastiche de la televisión que llamamos realidad. No podemos resignarnos a esos doppelgänger de la ‘Realpolitik’ que nos gobiernan y se hacen llamar políticos. No podemos ceder a la fiebre que nos hace ver a los Underwood mal copiados por todas partes. No podemos dejar de creer que la política es solo una ficción repleta de payasos —más o menos diabólicos, más o menos fascinantes—, consagrados a entretenernos durante algunas horas de ocio”, señala en partes salientes de su texto.