Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Venezuela, aparta de mí este cáliz

Venezuela, aparta de mí este cáliz
A modo de César Vallejos, habrá que exclamar: Venezuela, aparta de mí este cáliz, cáliz llenado con la heces de la violencia y el odio. Si bien el poeta peruano se refería a la inminente caída de la resistencia republicana contra la fiereza franquista, y si bien ambos grupos eran tan insanos y despiadados, se puede parafrasear esto en relación a la patria del Libertador, hoy dominada por un régimen de terror, corrupción y miseria, no solo de aquella que priva de alimentos, sino también de la de miseria de espíritu de quienes se dicen impulsores y defensores de un sistema que no tiene nada de socialista y sí todo de totalitarismo.

El régimen de Maduro, continuidad del iniciado por Chávez, con toda exactitud puede ser calificado como genocida. Esta afirmación no la hago solo yo, sino que ya ha sido esgrimida en otras latitudes. Halla su sustento en la sistemática violencia que ejerce el grupo familiar-militar contra la población indefensa que reclama pacíficamente la vigencia de derechos humanos y políticos de los cuales han sido despojados brutalmente.

Los asesinados en las protestas legítimas, con las únicas armas de su voz y su clamor, suman cientos, y lamentablemente la sistemática eliminación de todo opositor irá en incremento en la medida en que el pueblo no renuncie a su libertad y dignidad, y se resista a vivir en dictadura. Según los reportes de prensa internacional, en un solo día, en un solo lugar, Chacao, el 8 de junio hubo 196 heridos, de los cuales hay 22 con traumatismos por bombas, uno que está fracturado, otro que está en terapia intensiva y 12 que han sido heridos por perdigones.

Si se suman los muertos y heridos desde el inicio de los conflictos, que se agudizaron desde en enero de este año, como consecuencia de las medidas dictatoriales, las cifras son simplemente aterradoras. La acción de exterminio llega más allá del enfrentamiento. El pueblo llano, aquel que no se halla cobijado en las canonjías de la élite gobernante, es privado de los elementos básicos para su subsistencia. La privación de alimentos básicos e imprescindibles, como el agua potable y el pan, es una vía inequívoca para llevar a la desnutrición, y consiguientemente a la muerte a millones de seres empobrecidos. Si no es el hambre, correrán con el mismo destino un ejército de enfermos que no hallan en los centros de salud las mínimas condiciones para superar sus males físicos prescriptibles en ningún tiempo.

A excepción de algunos áulicos, que siguen la misma corriente y el mismo derrotero, el mundo democrático muestra su perplejidad frentea la acción de pasividad de organismos internacionales y otras esferas obligadas a frenar estas acciones insanas. No sea que la historia les pase la boleta de responsabilidad y vergüenza, como lo hizo en casos semejantes como los Bosnia y Herzegovina, Nigeria o Sudán, y cientos más.