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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Transgresión y gestión en la BAU

Transgresión y gestión en la BAU
Organizar una Bienal de Arte Urbano (BAU) lleva a pensar el rol de la gestión cultural en el impulso de una disciplina artística cuya esencia es la transgresión.

A simple vista, se trata de una contradicción obvia. Sin embargo, hay una larga historia de diversos procesos, desde los invasivos e indescifrables tags o firmas en los vagones del metro de Nueva York en los 70, pasando por miles de expresiones artísticas que tomaron la calle como espacio de acción y exposición, además de los aportes del postgraffitti, la influencia del muralismo latinoamericano en los jóvenes graffiteros de Chile, las variantes de la pixao en Brasil y, en el caso de Bolivia, el aterrizaje del graffitti de la mano de la cultura hip hop. Estos referentes son importantes para entender mejor esta aparente contradicción. Si bien todas estas transformaciones han mantenido, a su modo, la transgresión como esencia, esta ha ido de la mano de la adaptación como otro elemento propio de la naturaleza del arte urbano.

Volvamos a la idea inicial por la que parecería incongruente realizar un evento como la BAU para domesticar una disciplina que nació salvaje, algo así como encontrarse un felino y llevárselo a casa. Sin embargo, el felino ya no es un tigre dientes de sable, tampoco una chita de la sabana africana, es un gato de ciudad absolutamente independiente e influido por la música del lugar donde creció, las costumbres de sus vecinos, sus propios intereses y conexiones.

Transgredir significa “Actuar en contra de una ley, norma, pacto o costumbre”. Desde sus inicios, el arte urbano fue considerado invasivo, apareciendo en lugares poco convencionales, bombardeando los espacios públicos y creciendo progresivamente en dimensiones, pero sobre todo en variedad de propuestas. El arte urbano ni siquiera fue considerado una categoría de arte. Actualmente, todavía existen debates respecto de su categorización, debido a su surgimiento en los suburbios de las grandes ciudades de la mano de migrantes o hijos de migrantes que buscaban formas de expresarse desde allá.

Solo cuando el movimiento se hizo incontrolable en la variedad y calidad de sus propuestas fue imposible negar la importancia de “incluir” el arte urbano en los espacios tradicionales de exposición, formación y difusión. De ahí que entre los cultores de esta disciplina siempre haya creado controversia participar en iniciativas organizadas por terceros que no sean ellos mismos o que surjan de instituciones.