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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Libertad de cátedra

Libertad de cátedra
A propósito del Día del Maestro al cual se adhieren en su festejo los más de 1.800 docentes sansimonianos, hablaré del sancta sanctórum de la docencia universitaria: de la libertad de cátedra, que es el derecho a ejercerla con absoluta libertad; el derecho a la libertad de enseñar y debatir sin verse limitado por doctrinas instituidas; más precisamente y mejor, a la libertad de expresión en el ejercicio de la enseñanza. Sin duda, la libertad de cátedra constituye uno de los derechos fundamentales de la vida académica. Salva a la universidad de la injerencia política en sus contenidos, como la última y absurda pretensión de modificar el currículo de las carreras de Derecho desde otros órganos de Gobierno no autonómicos. Preciso es Rodrigo Facio cuando dice: “El día en que la universidad estuviera al servicio de un poder político, o de una confesión religiosa, o de una tendencia antirreligiosa mutiladora de la integridad de la vida interior, o de un sectarismo doctrinario, o de una distinción social, ese día sería, pese a las brillantes apariencias y a las frases elaboradas con que se pretendiese disimularlo, el de la liquidación de la vida espiritual creadora en la institución y, por ende, el de ella misma”.

Claro que esta libertad tiene ciertos límites, los establecidos, por ejemplo, por los contenidos temáticos otorgados por las carreras y aterrizados en planes globales revisados y aprobados por ellas (supuestamente), lo cual implica para el docente hablar de manzanas cuando debe hablar de manzanas y no de naranjas. Si es así, y atendiendo también lo expresado por Facio, me pregunto si las injerencias y adhesiones políticas externas e internas de nuestra universidad no son un atentado a esa libertad. Más aun, hablando internamente, cuando el aula se convierte en tribuna política para favorecer a una determinada facción, o cuando en las mismas aulas y en los pasillos al calor de la politiquería se atenta contra el honor y la imagen del colega; o cuando la libertad de cátedra ligada estrechamente a la libertad académica es coartada, como ocurre con los docentes extraordinarios que ven mutilados así sus derechos de participar en la vida académica, algo que va contra de todo derecho académico universal. O ya también, externamente, cuando la universidad acalla su voz especializada ante la problemática nacional o la presta interesadamente. Seria es la cosa.

Por otro lado, si bien la libertad de cátedra garantiza al docente la posibilidad de determinar el contenido de la enseñanza y el método de exposición a utilizar sin que esta sea anulada o coartada por las orientaciones pedagógicas de su institución, me parece importante mencionar también que, a guisa de su ejercicio, los docentes sansimonianos en general han convertido sus cátedras en misteriosas cajas negras. ¿Quién les dice a varios de ellos que cambien sus pergamínicos apuntes de más de 20 años? Qué sí, señores, la cátedra magistral y medieval vale, pero hay nuevas metodologías, didácticas y recursos como las TIC. Es importante evaluar el proceso y no los resultados memorísticos de los exámenes. Ahora se apuesta por la transversalidad y la pluralidad de los saberes y disciplinas. Por favor, entiendan que los tiempos han cambiando y que no pueden maltratar a sus estudiantes. Hay leyes que los protegen de la discriminación, la violencia, y también, aunque les parezca inaudito, del acoso político y sexual. En fin, es bueno recordar estos días cuando la divina vocación insufla los corazones de varios docentes que tanto vale también la libertad de pensar, crear, dudar e interpelar.