Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

ABRIERON LAS PUERTAS DE SU CASA, SE CUMPLIERON TRADICIONES Y HUBO MELODÍAS DE CHARLES AZNAVOUR PARA DARLE EL ÚLTIMO ADIÓS A FILEMÓN ESCÓBAR.

Filipo se va entre coca, chicha kulli y la música francesa

Filipo se va entre coca, chicha kulli y la música francesa



Las melodías del francés Charles Aznavour, que salían desde el que fue el despacho y biblioteca de Filemón Escóbar, en su casa en Tiquipaya, acompañaron el velatorio del exsindicalista minero y formador de cuadros dirigenciales.

Filipo, como le conocían en el mundo político, que además fue fundador del Movimiento Al Socialismo (MAS), murió el 6 de junio a los 82 años, aquejado por un cáncer pulmonar que volvió a manifestarse, luego de 10 años, en 2016.

Sin embargo, su característica irreverente fue expuesta en todo momento.

La capilla ardiente se instaló en medio de la sala. Sobre el ataúd se expuso una fotografía en la que Escóbar protestaba, con el torso desnudo, contra el “neoliberalismo”, además de algunas flores y una hoja de papel rojo con la frase “¡Fuerza Filipo!” delante de una ch’uspa y su boina gris.

Gabriela Canedo, identificada como su hija, dijo que él quería ser despedido en medio de música. Sus artistas favoritos eran Aznavour y Joan Baez. Además, era un apasionado de la poesía y la pintura.

“Quisimos acompañarle también con la coca, que era su alimento, su distracción de cada día”.

Algunas personas invitaron, cada cierto tiempo, coca servida en charolas. Varios llevaron sus propias hojas en bolsas.

Autoridades, dirigentes, exdirigentes, políticos, familiares y amigos llenaron la casa.

El dirigente fabril Óscar Olivera llegó con un bidón que contenía chicha de maíz Kulli y, como es tradicional en los velatorios vallunos y en las minas, compartió la bebida en tutuma con los presentes, luego de hacer una especie de brindis dedicado a Filipo.

Las puertas del hogar del exdirigente se abrieron para todos, incluso en los espacios privados, como la biblioteca. Los familiares contaron que todo estaba “como él lo había dejado”.

La decena de estantes llenos de libros fue la muestra de la formación de Escóbar. Su esposa, Olga Vásquez, manifestó que “leyó casi todos esos libros”.

Varios discos de música estaban en un sillón, junto a un barbijo. Dos máquinas de escribir, que ya no usaba, continuaban en ese ambiente. Y aunque “no era fanático” de la computadora llegó a utilizarla para sus escritos. Escóbar publicó cinco libros y hay uno que quedó a medias.

Un par de cajones estaban rotulados a mano con “Tipnis” (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure) y “Coca”.

Pergaminos de reconocimientos, fotografías y cuadros, como el de La Monalisa y Adela Zamudio se mantenían en las paredes del lugar en el que recibía a periodistas y amigos. Periódicos, una chamarra café, ch’uspas (morrales) y una radio, también son parte.

Para su esposa, fue “el centro de la casa, buen esposo, padre y abuelo”.

Su ideología queda en su descendencia. “Mis hijos no militan en partidos políticos, pero tienen convicciones que su padre les ha inculcado”.

LA CARACTERÍSTICA En medio de la tristeza por la pérdida de Escóbar, sus familiares cambiaron el semblante y recordaron sonriendo, aunque con la voz entrecortada y entre lágrimas, la forma de ser del exdirigente, con el uso de términos como “lloqhalla” u otros que en voz de otras personas no serían aceptados. Vásquez, su esposa, dijo que sus palabras no eran insultos.

“Era algo normal que él se dirija así. Yo le decía ‘minero tenías que ser”.

Según Olivera “nos deja una identidad de la vieja clase trabajadora, que tenía dignidad y una voz autónoma”.

“Hoy es un día triste. Físicamente ya no estaremos compartiendo con Filemón. Pero, creo que podemos tratar de emularlo en esa energía, generosidad, dignidad y en su ética como dirigente sindical”.

El exdirigente de Siglo XX Antonio Antequera expresó que muchos líderes importantes de su generación sindical, que luchó en épocas de dictadura, ya se fueron, entre ellos Gilberto Bernal y Simón Reyes, y ahora Filipo.

Los libros

Centenas de libros, la mayoría leídos por Escóbar, están acomodados en los estantes del despacho que se mantiene como él lo dejó.

Las palabras y las frases



“¡Oye!”

Filipo solía conversar o responder en entrevistas utilizando siempre la palabra “¡Oye!”, a veces seguido de una palmada en el hombro de la persona con quien hablaba, como una forma de garantizar que estaba siendo escuchado y comprendido en su discurso.

“Yo, ¿qué tengo

que ver con Dios?”

La especie de distanciamiento que tenía hacia la religión se expresaba en frases como: “Yo ¿qué tengo que ver con Dios?”.

Así lo recordó el exdirigente minero Antonio Antequera, cuando, ayer, hizo un discurso de despedida para su amigo.

“Tú, que a los curas los desechabas, hoy te despedimos. Yo sé que al margen de tu antipatía con Dios, él te va a recibir (...) Adiós Filipo, qué te tenga Dios en su santa gloria".

“Lloqhalla”

El término “lloqhalla” (joven) era utilizado por Escóbar para captar la atención de alguien que estaba alejado de él, como en una entrevista o ante un auditorio, o cuando se refería a un tercero con quien no simpatizaba. “Ese lloqhalla”.

Los “ajos”

Sus allegados y amigos describen a Filipo como una persona que utilizaba “ajos” (malas palabras) en cada uno de sus discursos, era su manera de ser.