Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

CONSTRUIR COMUNIDAD

El insulto anticatólico

El insulto anticatólico
Pongamos sobre el tapete de la discusión los temas de la autorregulación y la libertad de expresión, a propósito de discursos anticatólicos que inundan las redes sociales, provenientes de sectores que discrepan moralmente con los preceptos de la Iglesia Apostólica Romana de origen judeocristiano.

No vale la pena ahondar en los contenidos plagados de falacias, imprecisiones históricas y magnificación de errores que subrayan y amplifican eslóganes largamente repetidos, pero que, a pesar de su carencia de sustento y real conocimiento de los argumentos éticos católicos, solamente alimentan prejuicios que derivan en la exacerbación de los internautas que repiten consignas que rayan en el insulto y en la ofensa al 80 por ciento de la población boliviana que comparte esta fe espiritual.

Lo que preocupa no es que el hablar de la calle pase al microtexto de las redes. Es la labor de personas formadas en comunicación que ejercen el periodismo y que, aprovechando las tendencias y pasiones, exploten con el condimento de los insultos y las palabras soeces, argumentos anticatólicos para incrementar sus lectores, cuando en Bolivia rigen códigos de ética que apuntan a la autorregulación de los profesionales de la noticia y de la opinión.

Luis Ramiro Beltrán hacía alusión al deterioro de la ética periodística en nuestro país, enfocando su tesis hacia los excesos de la competencia mercantil, situación que, lejos de corregirse, ha ido socavando los fundamentos de la autorregulación que rige la actividad de este gremio.

Claro, si se vende a manos llenas la sangre y la violencia, qué se puede decir de unos gramos de insulto que suman lectores directos y los que se suman en las redes. Felices los directores que podrán presentar cifras, felices los activistas que tienen resonancia y se sienten fuertes al forzar sus argumentos, haciendo notar las debilidades de la Iglesia más poderosa del mundo; felices los defensores de todas las causas y felices aquellos profesionales que no encuentran otro modo de encontrar notoriedad.

¿Digno, justo y respetable? ¿Para qué? Hay que salvar al medio que es la fuente del salario. No se trata de rebuscar temas tabú que ahora venden. Se trata de escribir, hablar y retratar los hechos con responsabilidad y solvencia, no de devaluar la profesión a costa de la nota de opinión fácil, del insulto y las malas palabras, que para eso el público ya cuenta con el soporte de las redes sociales.

La crisis de los medios tradicionales, sobre todo de la prensa, debida en gran parte a la irrupción de las plataformas de comunicación, no es justificación, ni en Bolivia ni en el resto del mundo, para usar el recurso falaz contra cualquier confesión religiosa.

No lo es para menospreciar a una civilización que aportó muchísimo al mundo occidental y que ahora entra en conflicto por resistirse a entrar en las lógicas comerciales mundiales y someter los preceptos del Corán al estilo de vida globalizado; pero tampoco lo es para forzar la introducción de la ideología de género a costa de vapulear la fe de cristianos insultando la Biblia y sus principios.

Como Luis Ramiro Beltrán, me permito citar al comunicador César Rojas, quien dijo al respecto: "La información ya no es más el alimento de las mentes, sino la sal de las emociones".