Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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COLECTIVO TELARTES

El cultivo del Espaciario

El cultivo del Espaciario
Al principio, junto a un equipo extraordinario, solo lo imaginamos. Como si fuese un sueño, se afinó un derrotero que permitiera tomar conciencia de ese algo viviente y transformador que es el sistema vital donde se desarrollan actividades que no solo alimentan el espíritu, sino que dan la energía de vida que necesita el hombre para justificar su existencia.

En ese momento imaginábamos a ese ser como algo gigante, extraordinario, poco visible pero potente, casi como un monstruo, feroz pero irresistible, formado además por partes coleccionables, cual hojas de un herbario. Ideas que parecían atrevidas fueron las que nos llevaron a la referencia lejana para comparar a ese extraño ser con los seres reales e imaginarios del Medievo, descritos con tanta imaginación y grandiosidad en los bestiarios. Esa idea de realidad e imaginación fue la que nos inspiró para denominar a ese embrión de sueño como Espaciario.

En ese momento, sabíamos que lo estábamos sembrando en una chacra de cultivo precoz, pero maravillosamente fértil. Y, seguros de verlo crecer, nos lanzamos a la aventura de enamorar a quienes podrían apadrinarlo; por otro lado a encontrar una dupla que pueda resistir los vaivenes de un rumbo no certero y con límites muy ajustados de tiempo. Había que cultivar un ser salvaje que se encabritaría de sitio en sitio para demostrarnos su vitalidad.

Como padres irreverentes, de tanto en tanto soltábamos a la cría, para arroparla nuevamente cuando unos u otros, más que por compromiso, por convicción, veíamos que el tiempo nos jugaba malas pasadas.

El proceso no fue fácil, ni para la dupla que tuvo el placer de recorrer un territorio desconocido pero lleno de afectos ni para los que estoicamente seguíamos desde nuestros estancos. Procesar un mundo recogido obligaba ordenar ilusiones en forma de realidades e imaginar formas que sean agradables pero a la vez útiles, proceso que nos obligaba a reflexionar para que todas sus partes sean armónicas y que unas no constriñan a otras. En fin, la bitácora de viaje debía ser eso, un acompañamiento al que quiera conocer esos seres casi irreales que tienen vida propia y que solo pueden transmitir su energía si sus padres las imaginan, las cultivan y las entregan para beneficio de otros.

En resumen, es eso lo que se encuentra repasando las páginas del libro “Espaciario Bolivia. Chacras de cultivo cultural” y tenemos la esperanza de que sea inspirador de una activa y larga vida para todos los que en nuestra tierra entregan su existencia a alimentar las bestias reales, imaginarias y ocultas que hacen de lo cotidiano aquello que es cultura.