Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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UN POCO DE SAL

Patriarcado y poder

Patriarcado y poder
Es claro que el Gobierno boliviano, ante la caída de su prestigio frente a la izquierda internacional, pretende aún mostrarse como “progresista” en temas como los derechos de las mujeres y las minorías sexuales. Un último intento fue la grotesca escena mediática que montaron algunas autoridades oficialistas mujeres, protestando por las deplorables declaraciones de un desubicado clérigo. Voces críticas en la sociedad han reclamado similar reacción de las actoras oficialistas ante otras no menos escandalosas acciones de altas autoridades, dignas de una antología del machismo cavernario.

Es muy difícil lavar la imagen del Gobierno en este tema. Los hechos de violencia contra mujeres y violencia política contra ellas apuntan una y otra vez al arraigado machismo sobre el que está construido su poder. Según datos oficiales, hay más de 270 procesos iniciados pero que no prosperan por acoso y violencia política hacia mujeres en ejercicio de la función pública. Hace poco se ha desvelado —tras 11 días de haber sucedido— un hecho de horrorosa violencia contra dos concejalas del municipio de Tapacarí, cometido por el Presidente del Concejo y el Alcalde. Se sabe que la demora en la actuación de la Fiscalía se debió a que las autoridades del partido gobernante estuvieron tratando de persuadir a la víctima principal y su familia para que retiren la denuncia.

El arraigo del patriarcado en el poder gubernamental boliviano no es un defectillo accesorio. Tiene profunda relación con la orientación de su política económica extractivista, que trata a la Madre Tierra y al ambiente con la misma violencia y autoritarismo con que el machismo trata el cuerpo de las mujeres. Y en su actuación sobre los derechos y libertades democráticas, es decir su relación con la sociedad civil organizada, el poder delata un equivalente autoritarismo que trata de subordinar a toda organización social, o aniquilarla cuando no lo logra.

Por ello, la lucha para transformar ese poder tiene que reunir varios cauces: las luchas en defensa del medioambiente, los territorios indígenas, los derechos de mujeres y minorías sexuales, el agua, las tierras para cultivar, las semillas nativas, las libertades democráticas; en suma, una democracia realmente participativa y popular.