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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Iglesia boliviana destaca canonización de 2 niños no mártires en 2000 años

Iglesia boliviana destaca canonización de 2 niños no mártires en 2000 años
La Iglesia Católica boliviana destacó este domingo la canonización de los niños Francisco Marto y Jacinta Marto, declarados ayer Santos de la Iglesia Católica por el papa Francisco, porque hace 100 años aseguraron haber visto a la Virgen de Fátima y traído cada uno un secreto.
Lucía Dos Santos, la tercera pastorcilla guardó el tercer secreto en un sobre que entregó al Vaticano en 1957 y el papa Juan Pablo II lo hizo público en mayo de 2000, donde anunciaba el ataque a un papa.
Ese tercer secreto fue coincidente con el atentado que sufrió el papa Juan Pablo II por un pistolero turco el 13 de mayo de 1981. Lucía murió en un convento de clausura en 2005 a los 95 años y pronto será también beatificada.
El arzobispo de Santa Cruz, monseñor Sergio Gualberti, dijo que son los primeros niños no mártires declarados Santos en 2.000 años de historia de la Iglesia.
Recordó que antes no había ningún niño Santo aparte de los mártires. Jacinta muere a los 10 años por enfermedad después de muchos sufrimientos ofrecidos por la conversión de los pecadores y también Francisco, llamado el consolador por su deseo de consolar a la Virgen María con su oración, falleció.
Dijo que hace 100 años cuando el mundo estaba en la primera guerra mundial, la Virgen de Fátima encarga a los niños difundir los mensajes a la comunidad como medio para lograr la paz, superando la guerra y los odios.
"Las apariciones de la Virgen son importantes. Son un signo de la cercanía de la Virgen María, cercana a los afanes de nuestros problemas y la madre de Jesús que sigue anunciando que su hijo es el único camino de la esperanza verdadera", manifestó en su homilía dominical pronunciada desde la Catedral San Lorenzo en la ciudad de Santa Cruz.
Monseñor Gualberti transmitió el pedido de la Iglesia Católica a los feligreses bolivianos de afianzar la fe en Jesucristo, dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra, donde prima la preocupación por los pobres.