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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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PARALAJES

Medios virtuales: efímeros, superficiales y narcisistas

Medios virtuales: efímeros, superficiales y narcisistas
McLuhan fue un adelantado a su época. Entre sus ocurrencias algo “bizarras”, las tuvo brillantes y premonitorias. Ya en los 60, él creía que la humanidad había ingresado de pleno a la era de la “aldea global”, gracias, sobre todo, a la televisión, pero también a todas las tecnologías electrónicas y de telecomunicaciones que se vislumbraban. Ahora las llamadas “redes sociales” (la frase en inglés social media captura mejor la esencia del fenómeno) hacen que la idea mcluhaniana resulte palpable para medio mundo.

McLuhan estaba fascinado con la instantaneidad, lo que él denominaba la “rapidez eléctrica” y que es, aproximadamente, equivalente al “tiempo real”. Los medios, y los intentos por estudiarlos, multiplican por muchas veces la ambigüedad propia del lenguaje. Mas no se puede negar que la rapidez ha tenido efectos profundos en la vida y en la conciencia humana. La gente es más impaciente y los tiempos de atención son cada vez más breves. Los quince minutos de fama, predichos por Andy Warhol, ya no son una exageración.

La modernidad estaba asociada a un proceso de racionalización continua. Requiere la supresión de las emociones o su subordinación a la razón. La base material de la vida moderna, para bien y mal, está más regida que nunca por la razón técnica y científica. Y no obstante, actualmente vemos un retorno de la emocionalidad, una cuasi histérica, desbordante, y además, paradójicamente, de corta duración. Los seres humanos somos tanto emocionales como racionales, pero la tardo-modernidad está produciendo masas de gente adicta a la intensidad emocional. La rapidez también resulta adictiva, lo que genera una contradicción.

Así se hace inevitable la superficialidad de los sentimientos y de los afectos. El sentimiento genuino emerge de una construcción paciente en la que se conjugan reflexión, introspección y memoria. Un mundo que premia la irreflexividad y la instantaneidad, casi de forma compulsiva, no es el mejor caldo de cultivo para labrar sentimientos hondos y estables. Esto afecta de modo muy negativo a las relaciones humanas. Estamos más comunicados que nunca, pero la calidad de la comunicación deja mucho que desear. De ahí la obsesión actual con la llamada “inteligencia emocional”. Es una señal de que la vida emocional moderna es en realidad trivial y vacía. Al mismo tiempo ese yo insatisfecho queda herido por su carencia de una vida interior verdaderamente rica y por su frágil identidad. Por eso proliferan las patologías narcisistas. El portentoso nuevo mundo nos ofrece muchos espejos pero muy poco que reflejar.

El narcisismo grupal también tiene mejores condiciones para desarrollarse sin límites. Sentirse identificado con un grupo o una comunidad, mientras al mismo tiempo se mantiene incólume la integridad individual, es una necesidad humana muy profunda. Las redes virtuales permiten que podamos con mucha facilidad acceder a otras personas que piensan y sienten como nosotros, y esto es algo muy positivo. Sin embargo, la contracara de esto es que, en un entorno de irreflexividad e impaciencia, los grupos virtuales pueden muy fácilmente tender hacia el fanatismo. Entonces medran los trolls (narcisistas agresivos), el linchamiento mediático, la intolerancia, los intentos de censura, la polarización crispada y un tema del que quiero hablar en un próximo artículo: la indignación viral.