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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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OJO DE  VIDRIO

Lamentables imprecisiones

Lamentables imprecisiones
Hace unos días publiqué en las redes sociales una nota que titulé “En memoria de René Bascopé Aspiazu”; pero recibí una respuesta de la viuda de René, Rosmery Guzmán, a quien aprecio como el primer día, y se limita a decir “lamentables imprecisiones”. ¿Cuáles? Ante la imprecisión de la nota, pedí a mis lectores que renuncien a leerme porque ando mal de la memoria, y quizás todo lo que recuerdo son “lamentables imprecisiones”.

Cuento, por ejemplo, que en busca de trabajo en el México del exilio, fuimos al diario Ovaciones, ubicado en el Museo del Chopo, una antigua estación de trenes, y que allí nos recibió la directora, que posó sus piernas esculturales en el escritorio, echó el sillón atrás y los brazos en la nuca, y nos miró de hito en hito. Por supuesto que se le veía hasta el súnico, pero nosotros buscábamos trabajo y qué íbamos a tener ganas de admirar su belleza. Estaba en el colmo de ella, y como toda mujer mexicana inteligente, era castradora, de modo que nos echó con las cajas destempladas. Era nada menos que Ángeles Mastretta, que acababa de publicar “Arráncame la vida” (o “Arráncamela, vida”) y “Mujeres de ojos grandes”.

Pero si para mi amiga Rosmery son “lamentables imprecisiones”, quizá esté mintiendo y cuando más debería decir con el italiano: Si non e vero e ben trovatto, si no es verdad, está bien contado. ¿No ve?

El párrafo más criticado fue el de la entrega del Premio Guttentag (el primero fue declarado desierto y el segundo, compartido por René y por este servidor); pero un año después, como corría la hiperinflación, el premio que ascendía a mil dólares se había devaluado, y a mí me correspondía menos de 40 pesos. René entretanto había muerto y, como es de suponer, no podía hablar en público. Lo hice yo y me quejé de que nos dieran un premio devaluado, y entonces le pedí a Rosmery que comprara flores para el finadito, un modo de no aceptar los menos de 40 pesos. Esto le hace decir a Rosmery “lamentables imprecisiones”. Mil disculpas. No sabía que se iba a ofender por un asunto tan pequeño. Pero la nota es grande, y aun así no abunda en detalles que me gustaría decir, aunque podrían ser otras “lamentables imprecisiones”, o mejor, mentirillas mías para ganar en prestigio a costa de mi buen amigo René.

No es la primera vez que estas imprecisiones se me ocurren. De 1984 adelante pasaron muchos años y es posible que haya contado la anécdota muchas veces. Solo hoy serían imprecisiones, que antes no lo eran, pero felizmente tengo el caso de “Rashomon” o de “Rosaura a las diez”, y me inclino ante la majestad de cada testigo para decir lo suyo.