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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

Dolor para ser aceptados

Dolor para ser aceptados
En muchas sociedades tradicionales no occidentales, el paso de una etapa a otra en la vida está regulado por rituales de iniciación. Estos rituales son un complejo de ceremonias, pruebas y revelaciones de orden mitológico, ontológico y moral, a través de los cuales una persona se mueve de un status a otro. El ritual de iniciación es sin duda el que consagra el salto de la adolescencia a la adultez. Mircea Eliade, historiador de las religiones, señala que “por el derecho de ser admitido entre los adultos, el adolescente se enfrenta a una serie de pruebas iniciales. Gracias a esto, es reconocido como miembro responsable de la sociedad”.

Para Van Gennep (1986), el cambio de la condición infantil a la adulta se realiza mediante el rito de paso, la iniciación, en la que el iniciado debe superar tres niveles: de separación, de marginalidad y de agregación. El nivel de la separación corta los lazos con el mundo cotidiano para entrar a una dimensión diferente, desconocida, a veces inhóspita, pero llena de significado. El nivel de marginalidad es un periodo de espera que se caracteriza por las pruebas y la tortura, episodios dramáticos; y el nivel de agregación o incorporación es cuando el iniciado tiene un sentido de identidad con el grupo, con iguales creencias y representación de una nueva vida. De estos tres niveles, el segundo nivel o etapa es particularmente importante, es el momento de la iniciación simbólica de la muerte, en el que el neófito se lanza al mundo de la otra vida. Esta experiencia hace que la sociedad lo valore.

El concepto de la muerte iniciática es central para cualquier ritual de iniciación, en el cual el novato se somete a más o menos terribles pruebas. La tortura tiene el objetivo de matarlo simbólicamente y volverle a la vida como un hombre nuevo. En esta condición adquiere otra forma de ser, otro nombre. La muerte iniciática significa a la vez el fin de la infancia, de la ignorancia y la condición profana. Al final de las pruebas, el novato goza de una existencia completamente diferente a la anterior.

Contextualizando el tema expuesto, con frecuencia se escucha sobre experiencias que muchos denominan rituales. El cutting (corte con navaja) es innegablemente una práctica peligrosa, a través de la cual los adolescentes se hacen tajos en los brazos o piernas, autolesionándose. Los especialistas aseguran que se trata de jóvenes “marginales” que se sienten extraños en la familia, la escuela, las instituciones. Sin embargo, David Le Breton (2002) señala: “Todo lo que está en el mundo pasa por el cuerpo, la piel le permite al individuo protegerse del mundo”. Una vez más, por lo tanto, el cuerpo, que está presente y ausente al mismo tiempo, es adecuado como una herramienta para reclamar su estado por delante de él y ante la sociedad. El dolor, la propia herida, se considera una forma ritualizada de sufrimiento. Esto se aplica a las tres formas analizadas anteriormente.

¿El cutting será un ritual que está relacionado con el paso de la adolescencia a la adultez? ¿Será necesario sufrir para ser aceptado, visibilizado o perdonado? De cualquier forma, no se pueden ignorar estos episodios en los que se muere simbólicamente u otros en los que hay muerte. Hay que mirar el alma antes que los cortes.