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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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DESDE AFUERA

Argentina: Los nervios profundos

Argentina: Los nervios profundos
Se podría considerar que toda sociedad –un conglomerado viviente y actuante– se mantiene no por una “unidad nacional” obligatoria, sino por una serie de nervios colectivos en muda e incesante ebullición. Mejor dicho, un sistema nervioso subyacente que está siempre, como si dijéramos, en carne viva. En silencio, laborioso y activo. En un reclamo casi impalpable de fidelidad o compromiso. Sin el cual no seríamos un conjunto dinámico, que aun en cada presente conflictivo, intuimos a nuestras espaldas esos ocultos cimientos de la dialéctica de un país. No por denominarlos así, dejan de ser etéreos, espesamente delicados. Cimientos que siempre están en discusión en nuestra conciencia y, si los tocamos cuidadosamente, es para reforzar cierto ideal ciudadano y social, cierto horizonte democrático a ser profundizado, cierta angustia creativa en torno de un destino común, que rige críticamente las múltiples diferenciaciones y luchas.

Pero el gobierno de Macri no hace más que tocar brutalmente esos nervios profundos, como los ríos a los que alude una famosa novela latinoamericana. Los toca para estrangularlos, dislocarlos, omitirlos, taponarlos. Todo con una necia avalancha de protocolos (los reglamentos que engullen y calcinan la vida), reglamentos para injertar en la conciencia otros moldes serviles que gozan en esa supuesta libertad de serlo, y por fin, inventando diversas modificaciones en los cuadros de la juridicidad a los que una fuerza social reparadora, en un tiempo anterior, había llegado. Pero aquí con el sentido de afectar esos nervios, tocarlos como ensayo y error para ver cómo estrangularlos o extinguirlos.

Tales nervios, flujos y corrientes en somnolencia activa que recorren por dentro la historia nacional, los podemos definir: son las formas públicas educativas, los titubeos de un humanismo de última instancia que nunca desmaya a pesar de nuestra probable necedad, la Reforma Universitaria, los documentos liminares de los Juicios a las Juntas y el aparato jurídico de allí derivado, la Revolución de Mayo con sus complicados debates, la conciencia obrera en movimiento, el Cordobazo, la memoria de Tosco, Felipe Vallese y Lebensohn, el trabajo colectivo como sujeto de una antropología social emancipada, a pesar de los dilemas del aparato sindical central, o de cómo las vicisitudes económicas lo destratan.

Todo eso y mucho más son las vigas permanente del razonamiento público, del derecho a una sindicalización libre, la revisión incesante del pasado bajo el peso del drama del presente, las esferas de institucionalidad libre no sumisas del Estado y este como un ente dilemático, en riesgo y riesgoso a la vez, inherente a las inagotables discusiones que animaron la memoria nacional.

Nada de eso ocurre, lamentablemente, en el habitual estilo de canjes y contraprestaciones de nuestra cotidiana vida política. El macrismo simula adoptar este estilo, lo ha aprendido porque en la vida empresarial es igual, y de hecho tiene éxitos en esa zona donde demasiados políticos, jueces y periodistas argentinos concurren y proliferan a diario. Pero su metodología efectiva es otra cosa. Todo lo que tocan con sus pinzas de cortar cables, arangurenianamente, es para dañar el tejido esencial, la nervadura compleja que origina las interpretaciones sobre la justicia, el trabajo, la vida obrera, el compromiso intelectual, la poética esencial que nos anima. A todo eso lo tijeretean con actos de sorprendente semejanza con esas mismas reglas que dicen combatir, la de la rufianería de los elegantes, el matonaje de la gente con look (...).

(Tomado de www.pagina12.com.ar)