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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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RADICAL LIBRE

Aniversario de la caravana de discapacitados

Aniversario de la caravana de discapacitados
Siempre supimos que éramos invisibles. Estábamos acostumbrados a que nuestras familias nos escondan y a que nuestros vecinos nos desprecien. Nosotros mismos creíamos que, por alguna razón desconocida, merecíamos esa condena. Inclusive, los que no nacimos discapacitados nos convertíamos en invisibles de la noche a la mañana. Así sobrevivimos, ocultos hasta de nosotros mismos.

Lo que no nos imaginamos ni en la peor de nuestras pesadillas, y conste que estamos acostumbrados a las pesadillas, es que el Gobierno no quiera mirarnos, que el Gobierno se esconda de nosotros, que el Gobierno se encarcele en su poder. Y lo que tampoco nos imaginamos ni en el mejor de nuestros sueños es que la gente común nos mire, que los vecinos nos ayuden, que los jóvenes nos quieran. Porque, como nosotros creíamos que un Gobierno que sabía lo que era ser invisible nos iba a comprender, esperábamos esa ayuda. Y como nosotros estábamos acostumbrados hasta a que nuestra familia nos esconda, no pensamos que la gente iba a venir, nos venga a hablar, nos mire, nos quiera.

Estábamos equivocados. Nuestra lucha no era sobre todo por una renta del Gobierno, nuestra lucha es por el derecho a ser iguales. Ahora ya sabemos que el poder vuelve ciegos y parapléjicos y retardados; ya sabemos que el poder te convierte en discapacitado. Ahora también sabemos que nuestra lucha transforma la discapacidad en una capacidad diferente. Hay tantas cosas que solo nosotros valoramos: no vemos colores y formas pero miramos la energía de la solidaridad; no nos movemos, pero apreciamos la fuerza de la vida; no entendemos pero comprendemos la maravilla de una sonrisa. Porque esas son las virtudes elementales del ser humano. Amar, aprender, dialogar. Y nosotros que tenemos esas capacidades diferentes valoramos como nadie la importancia de esas virtudes.

La renta para aliviar nuestras discapacidades es importante. La igualdad es mucho más importante. Pero su solidaridad y su cariño son imprescindibles. Y para cultivarlos vamos a sembrar la semilla de los derechos fundamentales en todo el país. Por eso nos estamos llevando muchas teas pequeñitas. Cuando volvamos a fin de año vamos a reunirlas y prender una tea enorme, la tea de la igualdad, todos juntos. Y si no alcanza, no importa, vamos a seguir, vamos a volver. Hasta que la tea de la igualdad sea la tea de todos.