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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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DESDE EL CUARTO PROPIO

El cuidado es trabajo

El cuidado es trabajo
A pesar de su reconocimiento en la Constitución Política del Estado, el trabajo doméstico no remunerado es, junto a los derechos sexuales y reproductivos, una deuda pendiente de nuestro Estado.

Producto de la división sexual del trabajo, a las mujeres se les ha asignado, como responsabilidad prioritaria, una serie de roles que tienen que ver con la reproducción, el cuidado y la sostenibilidad de la vida. A estas actividades se asocian un conjunto de valoraciones y significados simbólicos asociados, que reproducen el patriarcado y se manifiestan en la forma en cómo nuestra sociedad los asume.

Uno de ellos es la relación que, se dice, existe entre el “amor” y las actividades de cuidado y sostenibilidad de la vida. Para algunas feministas, tal supuesta relación constituye uno de los elementos clave del sistema heteropatriarcal. Este debate estuvo presente en el proceso constituyente boliviano y recientemente en las negociaciones entre países en la 61 Comisión sobre el Estatus Jurídico y Social de la Mujer. No se trata de no reconocer que el trabajo de cuidado se hace por “amor”, sino de revelar cómo el sistema patriarcal utiliza la ética del cuidado que han desarrollado las mujeres a lo largo de la historia, en articulación con el sistema capitalista, para invisibilizarlo y mantenerlo fuera del circuito del mercado.

En el ámbito de lo simbólico, la asociación de trabajo de cuidado y amor es reforzada desde los principios de sacrificio e inmolación. De esta manera, las mujeres asumen extensas jornadas de trabajo remunerado, no remunerado y de cuidado, sin reconocer sus condiciones de opresión, subordinación y falta de libertad. Esto es continuamente usado como un perverso mecanismo de control y manejo de la vida ajena y particularmente de las mujeres, quienes viven acceso limitado a recursos, ingresos, trabajo y oportunidades.

En Bolivia, se demanda reconocer que el trabajo de cuidado es una responsabilidad social, que debe ser encarada por el Estado, desde las políticas públicas; por el mercado desde el acceso a servicios y desde las familias; promoviendo responsabilidades compartidas, el reconocimiento social, su visibilización y aporte a la economía y a la sostenibilidad de la vida, rompiendo la lógica de “feminización” y rechazando la noción de que el cuidado es una tarea “destino” de las mujeres.