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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Adiós a Bastenier, el “último” periodista

Adiós a Bastenier, el “último” periodista
Miguel Ángel Bastenier, uno de los últimos grandes maestros del periodismo iberoamericano, falleció el pasado viernes en su país de nacimiento, España, a los 76 años a causa de un cáncer de riñón. Además de conocer en profundidad el conflicto de Oriente Medio, Bastenier era referencia mundial en temas de Latinoamérica y un formador de varias generaciones de periodistas.

Graduado en Periodismo y licenciado en Derecho e Historia, comenzó a desarrollar su carrera profesional en 1970 en el Diario de Barcelona. Posteriormente, fue director de Tele-Exprés y subdirector del Periódico de Cataluña, antes de entrar a formar parte de El País, donde primero fue subdirector de Información y posteriormente de Relaciones Exteriores, hasta su jubilación en 2006. Veterano analista de política internacional, publicó dos libros sobre el conflicto árabe-israelí y otros dos sobre periodismo, "más algún otro que no quiero recordar", apuntó en su blog, recuerda EFE.

Ejerció como profesor en la Escuela de Periodismo de El País desde 1983 y continuaba como columnista en el mismo diario. Asimismo, impartió la docencia en la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano del Nobel Gabriel García Márquez. Bastenier ganó diferentes premios periodísticos y en 2002 recibió la nacionalidad colombiana por su vinculación con este país.

Ahora bien, más allá de todas esas, aunque notables, frías credenciales, quienes tuvieron la oportunidad de con él formarse —entre los mejores periodistas iberoamericanos difícilmente se puede hallar a alguno que no lo haya hecho— se recordará sobre todo la personalidad del maestro. “Bastenier era un periodista en serio: bebía, fumaba y blasfemaba cuando era necesario. Suficiente para extrañarlo”, dijo en su cuenta de Facebook el reportero boliviano Pablo Ortiz. Y, si a ello le sumamos el punzante humor del español, el suyo era el perfil de una estirpe de comunicadores en extinción. Hace varios años, el periodista mexicano Emiliano Ruíz Parra recordaba así un curso con Bastenier: "Lo mejor del curso era su sentido del humor ácido e hiriente. Se burlaba de sí mismo todo el tiempo, y eso le confería autoridad para burlarse de los rompecabezas políticos y sociales del subcontinente latinoamericano. De sus divorcios a sus coberturas en Medio Oriente, Bastenier siempre tenía un chiste a la mano".

Por supuesto, no hacemos acá apología del consumo de estimulantes ni de lo hirientes que pueden ser algunas bromas ni de los —como un cura discriminador diría— “desplazados por la vida”. Que Bastenier haya sido fumador, bebedor, sarcástico y poco convencional en aspectos del corazón era un tema solo suyo. Pero, esas características, inseparablemente de su amor por el periodismo, nos hablan de un hombre apasionado por el oficio y la vida, como ahora los hay pocos.

Y es que las redacciones de antes eran verdaderos espacios bohemios de —en primer lugar— lectores (condición mínima de los profesionales como Bastenier) que alimentaban su escritura también con la exacerbada discusión, en profundidad y sin que falten chistes, de los más diversos temas, casi siempre entre nubes de humo y/o frente a copas llenas de líquido rubio o no tanto. No queremos tampoco caer en el nostálgico lugar común del “Todo tiempo pasado fue mejor”, pero ciertamente el panorama es ahora distinto.

Lo primero que hay que lamentar es la falta de lectura. Aunque resulte inverosímil, con certeza se puede decir que hay periodistas que no abren un libro desde colegio. Tal vez desde ahí viene la falta de costumbre por la discusión y, por ende, de la reunión. A ello se sumó la sobrevalorada y castrante corrección política, que muchas veces impide llamar a las cosas por su nombre.

Todo lo anterior hace de las salas de redacción lugares tan asépticos como inocuos, donde una mayoría está más concentrada en la “pepa” que en la reflexión o, por último, en terminar su mecánico trabajo lo más rápido posible. Bastenier estaba en las antípodas de todo ello. Paz en su tumba.