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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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SERENDIPIA

Estamos todos locos

Estamos todos locos
Decir una cosa y hacer otra o decir la frase “Sí, pero no” son comportamientos comunes en la actualidad. El psicólogo León Festinger denominó a este tipo de comportamiento “disonancia cognitiva”, es decir, contradicciones abiertas y amenazadoras entre actitudes, principios, conocimientos y acción, las cuales generan un estado de incomodidad e inseguridad que tratamos de evitar o justificar de diferentes maneras: le echamos la culpa a un tercero o urdimos justificaciones de diversa índole.

Explico con ejemplos. Fumamos aunque sabemos que puede matarnos. El que evade impuestos reduce la disonancia echándole la culpa al Gobierno corrupto. El adúltero culpa a la esposa de ser frígida; el deudor al prestamista usurero y a sus plazos. Si bajo del minibús insistiendo al conductor para que pare en media calle y alguien me hace notar lo equivocado de mi accionar, el perjuicio a todos y el riesgo en el que pongo mi vida y la de otros, en lugar de agradecerle por el consejo, le respondo justificándome y, quién sabe, hasta insultándolo.

Cuando la disonancia se extiende al ámbito social, es dable hablar de esquizofrenia social. En el ámbito social existe variedad de estructuras sociales disonantes. Por ejemplo, hay instituciones de justicia de las cuales escapamos, porque no hay peor castigo que estar envuelto en un problema con estas. Existen hospitales, pero la gente muere en las salas de urgencia o en sus casas por falta de atención médica. Nos hablan de cifras gigantescas de crecimiento, de reducción de la extrema pobreza y de mejora de la calidad de vida, y una niña muere de hambre en la “ciudad del futuro”.

Los bolivianos somos una colección de dualidades esquizofrénicas. Hablamos con reverencia de las leyes, las tenemos a montones y creemos que todo se resuelve con ellas. Sin embargo, las violamos o incumplimos sistemáticamente. Somos esquizofrénicos en el fútbol que es como una religión, soñamos con la resurrección y estamos resignados a la muerte. Ni hablar del exguerrillero que ahora posa en los medios cual príncipe consorte bendecido con su primogénita. En pocas palabras, parecemos locos, nuestra conciencia se divorció de nuestra realidad.