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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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INNOVACIÓN Y FINANZAS

90 años de vida e inventiva

90 años de vida e inventiva
Es una habitación pequeña, pero grande a la vez, porque está llena de todo tipo de herramientas y desechos caseros. Es un taller que parece una ferretería donde reina el caos, a simple vista, pero muy ordenada para su dueño. Él sabe dónde está cada cosa. Es un taller que siempre está con la puerta abierta, pero que tiene de cuidador al loro Matías. Adentro, hay martillos y alicates de varias formas, desarmadores planos y estrella, sierras mecánicas, serruchos, combos, prensas, llave inglesa, pernos, clavos, tuercas, resortes, baterías, electrodos, alambres. Además, se encuentran partes de maderas, plásticos, tapas de todo tipo, tubos, botellas, cajas, parlantes, pedales, catalejos, un baúl con monedas antiguas, una bala de cañón de la Guerra del Chaco, un refrigerador a kerosene, radios a transistores de la Segunda Guerra Mundial, teléfonos y televisores antiguos. Nada sirve, pero para él todo sirve.

Cuando ingresa don Carlos, la habitación se vuelve mágica, desaparecen el espacio y el tiempo, todas las partes y piezas cobran vida, el sonido metálico de las herramientas al trabajar se combina con las cuecas y versos que recita el loro. Mientras, él construye e inventa juguetes y cosas que nunca jamás se patentaron, pero que son útiles para su mundo. De este taller, gracias a la inventiva y las manos de don Carlos, han salido los juguetes más maravillosos que podamos imaginar: cochecitos sin motor, carabelas hechas de madera, barquitos a propulsión con carburo, triciclos con caja, cañas de pescar, teléfonos con hilo, trompos, chocas, yoyos de madera, cámaras fotográficas, largavistas, aviones con motor, planeadores de madera, arcos y flechas de madera. Además, fabricó los artículos más inverosímiles, como un gimnasio para loros, trampas eléctricas para ratones, bebederos automáticos para aves, casas con panel solar para perros, alarmas eléctricas con escalera incluida para que el ladrón pueda escapar, duchas y pilas con regulador de agua para evitar el malgasto. A este taller también ingresan cosas viejas y usadas, y salen nuevas como de fábrica: estatuillas de bronce y de cerámica, vitrolas, guitarras, sillones retapizados, sillas, mesas y cunas rebarnizadas, cocinas y lavadoras repintadas y reparadas.

Don Carlos vive en el valle cochabambino, es un hombre de hogar, sensible, habiloso e ingenioso, capaz de inventar cualquier cosa para dar cariño y felicidad a su familia, sus amigos y la comunidad donde vive. Como abogado, ha sido coautor del nuevo Código de Seguridad Social. Su ética y vocación social le han permitido hacer aportes significativos a la sociedad en el ámbito de la salud pública. Como amante de la naturaleza, es el impulsor y redactor de la resolución municipal para que no se talen los eucaliptos centenarios a la entrada de Tiquipaya, entre otras.

Vivir con su esposa de siempre, sus hijos, nietos y bisnietos es el mayor patrimonio para él. Cada mañana tiene a sus seres queridos para contarles su vida. Baila cueca y tango mejor que un porteño. Ha inventado un diccionario en castellano de frases y palabras mal pronunciadas. Hace yoga. Es panteísta y, cuando los visitan los mormones, les pide investigar si había moscas en el edén. No le interesa la riqueza material porque dice que “todo se queda en la Tierra”. Más bien, se esfuerza por crecer como humano. Su mayor tesoro son los amigos leales, con los que conversa a menudo, para ellos es el Cayo Velasco, que siempre les regala una sonrisa.

Hoy, a sus 90 años plenos de inventiva y felicidad, seguramente recitará, como siempre lo hace. el poema “En paz” de amado Nervo, que dice en su último párrafo: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”.