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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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La Guerra del Agua: el viraje histórico

La Guerra del Agua: el viraje histórico
Nunca mejor dicho: fue un momento parteaguas. La llamada Guerra del Agua del 2000 significó, lo dicen historiadores y sociólogos, un viraje en la historia contemporánea de Bolivia. “Abril, siempre abril, regaló Cochabamba cuando amanecía el milenio. Fue el punto de partida”, señala Jorge Viaña en el artículo “Después de 15 años de neoliberalismo, la Guerra del Agua funda una nueva época”, publicado en la revista Umbrales. “Así comenzó todo. Con un levantamiento masivo contra una privatización transnacional. Una auténtica declaración de rebelión contra los símbolos de ese tiempo”, afirma Boris Miranda en su libro “La mañana después de la guerra”.

OPINIÓN intuía la trascendencia de los sucesos. Un año antes de que estallaran los enfrentamientos, en 1999, sus páginas se dedicaban a sendos especiales sobre la crisis del agua, que comenzó como una disputa regional de pozos en El Paso. Esa misma gestión, en la línea de un liberalismo económico puro y duro, el exdictador y presidente electo del país, Hugo Banzer, firmó un contrato con la multinacional Bechtel para la privatización del recurso hídrico.

Las tarifas de agua subieron en más de un 50 por ciento , lo que despertó la ira popular. Iniciado abril del 2000, en el primer día del mes, la revista Sábado de OPINIÓN ya bautizaba los acontecimientos venideros: “La Guerra del Agua” se tituló un artículo de Ronald Pereira y Raúl Gutiérrez, en el que se criticaba las acciones gubernamentales. Era el inicio de una semana trágica que culminó con un muerto y cerca de 170 heridos, tras una movilización urbana y rural que venció la represión de un estado de sitio y logró la expulsión de la transnacional.

A diferencia de otro matutino local —tesis universitarias lo comprueban—, OPINIÓN volcó toda su atención a los hechos, sin comprometerse con nada más que con el trabajo periodístico. Así, titulares de apertura a seis columnas (“El paro fue total; hoy se realiza la marcha”, “Gobierno hizo abortar diálogo sobre el agua”, “Violencia callejera deja un muerto y 28 heridos”, tres de los encabezados) y varios especiales de ocho páginas reflejaron un amplio despliegue informativo. El análisis e interpretación de los hechos no estuvieron ausentes, tal como lo demuestran títulos interiores como “Proyecto de Ley de Agua busca mercantilizar un bien público” (apertura de Ciudad del 6 de abril), “El prefecto le mintió a toda Cochabamba” (título de las centrales del 8 de abril) y “Rebelión permanente” (portada del suplemento Cuarto Poder del 9 de abril).

Y, por supuesto, los sucesos fueron narrados en todos los otros formatos del oficio, como en “¡Agáchense!’, gritaron; Víctor Hugo no tuvo tiempo”, semblanza de Víctor Hugo Daza, joven fallecido durante los enfrentamientos; y “Conozca a ‘El Banderas’, el líder de los guerreros del agua”, entrevista con uno de los activistas, ambos trabajos de la periodista Darynka Sánchez.

Jorge Fernández, otro de los redactores de este medio, cubrió la autopsia de la víctima fatal del conflicto. “Fue la primera vez que sentí el olor de un muerto. Nunca se me olvidó”, cuenta 17 años después. E igual de mal comenzaba a oler el ni tan viejo sistema de partidos políticos del país.

En su artículo “Agua: el fondo social de las protestas”, publicado el 15 de abril, Federico Sabat advertía: “Hay que entender también que el movimiento de las ciudades y del campo ha sido una lucha contra la desigualdad, la exclusión y la corrupción. Ha sido la expresión de una voz dormida y relegada que, si no se la escucha (…), puede derivar en verdaderos desastres para la democracia y su institucionalidad”. Parecía adivino. Como lo parecía también el editorial de OPINIÓN del 2 de abril —días antes de la Guerra— escrito por el director Edwin Tapia, que, a partir de hechos internacionales y nacionales, sostenía que la coyuntura demostraba “que el partidismo político está a punto de caducar en la formación de todas las estructuras clásicas de Gobierno. Todo pasa, todo se transforma, nada es eterno ni estático”. Y así fue.