Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Casazola, Kespi y la imagen más plurinacional

Casazola, Kespi y la imagen más plurinacional
Las portadas de los principales diarios del país destacaron ayer una imagen ciertamente positiva a la vez que conmovedora: lado a lado, la cantautora chuquisaqueña Matilde Casazola y la actriz uruchipaya Sebastiana Kespi, posando con sus respectivos reconocimientos, entre ellos una medalla tricolor, del Premio Nacional de Culturas 2016 y del Premio Nacional a la Gestión Cultural Gunnar Mendoza 2016.

Se trata tan merecidas como simbólicas distinciones a dos personalidades de nuestra cultura, de ahí que miles las celebraron ya desde diciembre, cuando se conoció la decisión del jurado que las otorgó. Casazola ha publicado 17 obras de poesía y ha compuesto más de 100 canciones, entre las más conocidas “De regreso, “Como un fueguito” y “Tanto te amé”, grabadas por decenas de artistas dentro y fuera del país, por lo que fue respaldada por múltiples instituciones, entre ellas OPINIÓN. Kespi, actriz que protagonizó el documental “Vuelve Sebastiana” (de Jorge Ruiz, estrenado en 1953 y una de las 12 películas fundamentales de Bolivia), fue por su lado postulada por el Centro de Formación y Realización Cinematográfica (Cefrec).

El Nacional de Culturas y el Gunnar Mendoza, convocados por el Ministerio de Culturas y Turismo, están dotados de 40 mil bolivianos cada uno. Los galardones se dan a la trayectoria, pero la coincidencia de personalidades en este caso, apoyadas por diversas entidades culturales y figuras como los escritores Gabriel Chávez y Magela Baudoin, implica una relevancia aún mayor. Y es que Casazola proviene de una familia tradicional de Sucre. Su música y sus escritos no solo han cautivado al público popular, sino que tienen reconocimiento en las esferas de la “alta cultura”. Kespi, por su parte, es una indígena dedicada al pastoreo en una empobrecida región de Oruro. “Sebastiana no había visto una película en su vida, cuando filmó una como actriz a los diez años de edad. La primera vez que estuvo en un cine fue tres años más tarde, y curiosamente no fue para ver ‘Vuelve Sebastiana’, sino otra película que no recuerda (…). Vive de las 25 ovejas que tiene: ‘Yo sigo pastoreando, llorando, llorando’, dice. Hace queso de la leche de las ovejas, pero en marzo la tierra se seca y las ovejas ya no dan leche. Los meses buenos son de junio a febrero, cuando llueve. Luego las ovejas se secan”, escribió el crítico de cine Alfonso Gumucio en 2015.

Por todo lo anterior, se puede decir que la potente imagen de Casazola y Kespi juntas es, de lejos, la más plurinacional de los últimos años, la que mejor representa en lo reciente la mezcla de nuestras naciones y culturas; lo abigarrado incluso de nuestras artes. Y esa imagen bien podría ser aprovechada por un Gobierno que en varios aspectos ha sido el promotor de la inclusión, de la valoración de nuestra diversidad. De ese modo, el oficialismo incluso podría dar un gran y renovado contenido a su discurso. No sucede sin embargo así.

Para no hablar de la estructural carencia de políticas culturales, habrá que recordar para muestra cómo llegaron Casazola y Kespi a la premiación: por sus propios medios (la indígena teniendo para ello que ofrecer en venta sus ovejas), y después de tres meses de anunciados los premios, debido a demoras en el Ministerio organizador, probablemente por el cambio de su titular (una persona sin trayectoria en el sector, aunque, como todos, con el beneficio de la duda a su favor).

Y, si bien puede sonar a mucho, en relación a cómo en otros países distinguen a sus artistas, gestores y creadores, lo de Bolivia es mínimo. Por otro lado, el mismo miércoles era el lanzamiento del Rally Dakar en Bolivia (acto cumplido igualmente en la ciudad de La Paz, en otro horario). Si no lo sabe, ¿puede adivinar usted, apreciado lector, a cuál de los actos asistieron para dar realce las autoridades de la “revolución democrática y cultural”? Sí, usted no se equivoca.