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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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La semana más hostil de Chile

La semana más hostil de Chile
Coincidiendo con la entrega de la réplica de la demanda marítima de Bolivia en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya y los actos conmemorativos por el Día del Mar, la que ha pasado ha sido una de las semanas más hostiles de Chile contra nuestro país en los últimos años, tal vez décadas.

Ya el pasado 16 de marzo, el presidente Evo Morales reclamó a Chile porqué carabineros de ese país obligaron a retirar las banderas bolivianas colocadas en el nuestro Consulado de la ciudad de Antofagasta. "En Antofagasta, Chile, sin respetar tratados internacionales retira nuestra bandera nacional. De la invasión (1879) a la humillación (2017)", escribió Morales en su cuenta de Twitter. Aludió de esta forma a la denuncia realizada por el Consulado en Antofagasta, que señaló que carabineros chilenos obligaron a los funcionarios de la legación a bajar las banderas bolivianas. La denuncia fue ratificada por el canciller Fernando Huanacuni, quien informó que los carabineros advirtieron que si los funcionarios no quitaban las enseñas, "las retirarían ellos mismos".

Pero, las agresiones más duras contra Bolivia y sus ciudadanos comenzaron el pasado domingo, cuando dos militares y siete funcionarios aduaneros connacionales fueron violenta y arbitrariamente detenidos por carabineros chilenos en la zona fronteriza. A continuación, tres días después la justicia chilena decretó la prisión preventiva, por 120 días, para los nueve bolivianos, al presumir que participaron en los delitos de robo con violencia, porte y tenencia de armas prohibidas y contrabando en territorio chileno. Las autoridades de nuestro Gobierno rechazaron esa versión y aseguraron que los carabineros chilenos pasaron la frontera para hacer arrestos ilegales, que pueden considerarse "secuestros". Según el Ejecutivo, que además se quejó por los vejámenes que sufrieron los detenidos al ser tendidos en el suelo y encañonados, la Policía chilena interrumpió un operativo contra tres camiones que metieron contrabando a territorio boliviano por un lugar de la frontera, que no tiene paso autorizado.

Y, antes de la decisión de la justicia chilena, el canciller Heraldo Muñoz, a tiempo de alabar la supuesta “independencia” del Órgano Judicial que garantiza el “estado de derecho” en su nación, amenazó con cárcel a todo aquel que entre a su país “ilegalmente”. “Todo tiene un límite”, enfatizó el prepotente ministro.

Pero, por si no era suficiente, el Gobierno boliviano denunció el viernes que funcionarios de migración del aeropuerto de la ciudad chilena de Iquique retuvieron por horas a dos periodistas del canal estatal Bolivia Tv, que viajaron a ese país para informar sobre la situación de los nueve bolivianos detenidos.

La ministra de Comunicación, Gísela López, dijo que la reportera Sandra Mariscal y su camarógrafo Erick Condorena no pudieron ejercer su derecho a informar con libertad sobre ese caso. Los informadores llegaron en un vuelo a Iquique, pero los funcionarios les dijeron que, si querían hacer cobertura periodística, tenían que recabar visas de trabajo. López compareció ante los medios junto con Condorena, a quien "no se le permitió el ingreso a Chile" y las autoridades migratorias chilenas lo subieron después en el avión de una empresa comercial para que vuelva a Bolivia. A Mariscal sí le permitieron ingresar a Chile, pero a cambio de firmar un documento en el que se comprometía a no ejercer como periodista.

Por supuesto, todas las acciones del vecino han motivado una dura crítica del Gobierno nacional y anuncios sobre inicios de procesos ante instancias internacionales de diversa índole. Más allá de eso, cabe preguntarse seriamente qué es lo que sucede con el Ejecutivo chileno que no solo rehúsa el diálogo, sino que comete abiertas violaciones a los derechos humanos, poniendo en duda incluso su condición de Estado democrático. Estos torpes, prepotentes y hasta violentos actos no indican otra cosa que el nerviosismo de un Gobierno que debe entender que pasó el tiempo de “por la razón o la fuerza” y que llegó la hora de la integración entre los pueblos.