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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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LA OLA DE FEMINICIDIOS, DE VIOLENCIA Y LA IMPUNIDAD QUE SE CIERNE SOBRE ESOS CASOS HA GESTADO UN COLECTIVO DE SOBREVIVIENTES EN BUSCA DE JUSTICIA.

Mujeres de Fuego, la voz de las que ya no tienen voz en Cochabamba

Mujeres de Fuego, la voz de las que ya no tienen voz en Cochabamba



Vestidas con ponchillos de color naranja, gorras y pañoletas rojas cubriendo la mitad de sus rostros, suelen apostarse frente a las puertas de los tribunales de Justicia de Cochabamba, de Sacaba, de Quillacollo y, munidas de botellas plásticas llenas de piedrecillas, bocinas y carteles, no cesan de clamar por justicia. En sus labios, los nombres de otras mujeres, se transforman en un grito de guerra contra la impunidad de los feminicidios y la violencia.

Son las Mujeres de Fuego, un colectivo que está integrado por 80 personas cuyas edades oscilan entre 18 y 65 años. ¿Qué las une? El mismo espíritu de lucha contra el maltrato, el mismo cansancio ante las chicanerías judiciales y la burocracia estatal. El mismo anhelo de justicia. Pero, también las unió el dolor, la angustia, el miedo y la depresión ante el horror de la pérdida.

SOBREVIVIENTES Y es que entre las Mujeres de Fuego están varias sobrevivientes de la violencia machista y también familiares de víctimas de feminicidio en Cochabamba. Se encontraron en los pasillos de los juzgados, de la Fiscalía y de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia. Compartieron las pesadillas que les ha tocado vivir, lloraron juntas y decidieron unirse para hacerle frente al gigante criminal que amenaza a las mujeres, ante la indiferencia de una sociedad patriarcal y de las autoridades que todavía no cruzan la frontera del discurso.

El colectivo nació en septiembre de 2016, cuando un pequeñísimo grupo de mujeres se reunió frente a las puertas del Comando de la Policía para apoyar a Ángela, una mujer que denunció a su exesposo por ejercer violencia física y psicológica contra ella.

Ángela lloraba de impotencia porque había descubierto que, en su lucha, no solo se enfrentaba contra el poder de la intimidación de su expareja, sino también contra un sistema institucional y un sistema judicial que prejuzga a las víctimas y desvaloriza sus denuncias por el solo hecho de haber nacido mujeres.

Ese puñado de personas que la vio llorar frente a las puertas del Comando le dijo: “Desde hoy ya no estás más sola. Si los abogados, los fiscales y los jueces están en contra de las mujeres, levantémonos todas por cada una y hagamos que su voz retumbe”. Abrieron un grupo en Whatssap para estar interconectadas y otro en Facebook, para que el mundo sepa de lo que son capaces las mujeres cuando se unen.

Hoy, el grupo acompaña a cada víctima en sus procesos, asiste a las audiencias y amplifica la voz de la denunciante. Por sus responsabilidades personales, y lo desgastante de las vigilias, decidieron que las 80 no pueden ir a todas las actividades. Se han organizado en tres o cuatro grupos, según las necesidades, para exigir justicia.

Frente a los juzgados, llaman la atención de los transeúntes detonando petardos, escribiendo en la calzada con tinta roja y simulando estar muertas sobre el piso. Otras de las activistas se encargan de contarles a los ciudadanos la historia de la mujer por la que en ese momento claman justicia. Y así, no solo han recogido el aplauso de muchos, sino que han ido cosechando más integrantes dispuestas a unirse a la batalla.

CONTROL SOCIAL Las Mujeres de Fuego no solo incomodan al poder. También lo vigilan, lo controlan, para que no cometa excesos ni injusticias y aplique la Ley 348 con honestidad. Van a averiguar avances de los casos en la Fiscalía, en la Policía, en los Juzgados. Algunas ya han pensado en estudiar Derecho, para que nunca más abogados, jueces y fiscales intenten engañarlas. En cuanto una autoridad demuestra una parcialidad “injusta”, se movilizan redactando cartas al Consejo de la Magistratura, al Defensor del Pueblo, a los ministerios de Gobierno, Justicia y a los medios de comunicación exigiendo su presencia para garantizar que la verdad sea establecida.

“De tanto asistir a las audiencias ya sabemos cuándo los abogados pretenden dilatar los procesos. Conocemos todos los incidentes que presentan y al comparar respuestas de jueces nos damos cuenta cuáles les siguen el juego y muestran favoritismo hacia los agresores por sus prejuicios machistas y los denunciamos en el acto. Nosotras no estamos buscando venganza, sino justicia”, dicen en una visita a OPINIÓN.

ANTI-REPRESALIAS Sin embargo, están conscientes de que los agresores podrían intentar agredirlas y por eso han ideado un sistema para protegerse unas a otras. Siempre se cuentan vía Whatssap dónde está cada una y si alguna pide auxilio corren todas a su ubicación llamando a la Policía, previamente. Comparten fotos y copias de las pruebas de cada proceso judicial para garantizar que no se pierdan “de la cadena de custodia”

Ellas han elegido un lema para su lucha: Mujeres de Fuego, la voz de las que ya no tienen voz. Y no solo se refiere a representar a las decenas de mujeres que han sido asesinadas por quienes juraban amarlas, sino también a aquellas que están vivas, pero silenciadas.

“No hace falta estar muerta para no tener voz en Bolivia. Solo basta nacer mujer. Desde niñas nos enseñan que ser sumisas significa aceptar todo lo que diga el hombre, por más injusto que sea. Y a callar. Nos enseñan a callar, a soportar y, el silencio, cuando se trata de violencia, trae dolor y muerte”, dice.

“Ellas son una inspiración” 

Este año, el Comité Cívico Femenino quiso reconocer la labor de mujeres que aportan a la lucha contra la violencia y escogió a las Mujeres de Fuego. La presidenta de la institución, Mauricia Delgadillo Romero, explicó que el colectivo se destacó “porque son una inspiración para el resto de las mujeres y para la sociedad. Tras ser víctimas de violencia y de las secuelas del feminicidio, ellas se han convertido en luchadoras, en facilitadoras, en un referente”.

Durante el acto de reconocimiento, Delgadillo apuntó que las Mujeres de Fuego no se mueven por reconocimientos o premios, sino por convicción y compromiso con una causa en la que todos deberían ser activistas.

“Pero queremos que la sociedad entera las conozca como una inspiración, para que su espíritu de lucha sea contagiado, transmitido a esta generación y entre todos podamos frenar este flagelo que está destruyendo familias”, sostuvo.

Datos

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Feminicidios ocurrieron en Bolivia en 2016, de acuerdo al registro de la Fiscalía General del Estado. De ellas, 27 mujeres fueron asesinadas en Cochabamba.

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Feminicidios ya fueron reportados en menos de tres meses de 2017 en Cochabamba. En Bolivia, la palabra feminicidio comenzó a pronunciarse el 9 marzo de 2013, cuando fue promulgada una ley que castiga este delito con 30 años de cárcel sin derecho a indulto. El feminicidio es el asesinato de una mujer cometido por una persona que se siente superior a ella y que cree tener el derecho de terminar con su vida, por suponer que es de su propiedad o para ejercer poder sobre esa víctima.

Ángela, la historia de una sobreviviente

Ángela se casó con un policía en 2007 y tuvo hijos con él. Durante su matrimonio, descubrió que era un hombre violento y que no iba a cambiar. Doce certificados médicos forenses se lo acreditaron. Lo denunció casi desde el principio, pero se topó con una Brigada de Protección a la Familia que protegía a sus uniformados de mujeres como ella, que se atrevían a ir en contra de lo que las demás soportaban. Hasta que la Ley 348 entró en vigencia y sus denuncias recién se visibilizaron.

El policía fue dado de baja y, en respuesta, le inició a su víctima ocho procesos legales a través de sus familiares. Fueron años de papeleos, de someterse a pericias, a exámenes y a declaraciones extenuantes. “Dan ganas de dejarlo todo, pero seguí adelante y, durante el juicio oral, me dí cuenta que mi único anhelo era vivir en paz, que mis hijos puedan disfrutar de la tranquilidad. Yo jamás les hablé mal de él a mis hijos. Porque cuido su bienestar emocional y decidí conciliar con la condición de que no se acerque más a mí y que cumpla con sus responsabilidades”.

Ángela dice que formar parte de Mujeres de Fuego le ha dado otra perspectiva de la vida. Sabe que su experiencia puede ayudar a otras mujeres y que es factible vivir sin violencia. “Nosotras no buscamos venganza. Buscamos justicia y seguiremos luchando por verla en cada caso”.

Emiliana, guerrera tras perder a su hija

Emiliana no podía dejar de llorar después de que su hija, María Lizbeth Carvajal, fuera apuñalada hasta la muerte por su pareja y un cómplice que ya fueron sentenciados a 30 años de prisión. Peregrinó 17 meses deambulando en busca de justicia. La Oficina Jurídica para la Mujer defendió su causa sin cobrarle un centavo y está muy agradecida por ello. Pero también vio de cerca cómo el aparato judicial intenta aplastar a las víctimas minimizando sus tragedias. “Una jueza me dijo que mi hija ya estaba muerta y que no iba a sentenciar sin pruebas a inocentes. Me sentí humillada, abandonada porque teníamos todas las pruebas, pero no las querían ver. Mi ángel fue July Valdivia de Mujeres de Fuego hizo cartas al Consejo de la Magistratura, al Defensor del Pueblo y fueron a presenciar el juicio. Y la jueza tuvo que hacer lo correcto”.

Afuera del Tribunal de Justicia, las demás integrantes del colectivo protestaban. “Ahora son una familia para mí. Ninguno de estos crímenes debe quedar impune. Si nos callamos, como mi hija, morimos. Por eso ahora voy a las audiencias de otras compañeras, para apoyarlas, porque entre todas, la voz es más fuerte. Son personas que sufren como yo”. Y las lágrimas ruedan por sus mejillas, pero se repone rápido. “No quiero llorar más. Quizás no podré abrazar a mi hija, pero ella está en mi corazón conmigo”.

Marilú todavía lucha y teme por su vida

Desde hace siete meses, Marilú es protegida por un policía las 24 horas. Sufrió ocho años de violencia de parte de un esposo que la maltrató por no quedar embarazada. Y cuando ella lo denunció, el primo de su pareja, un coronel de la Policía, salió en su defensa y arremetió contra ella usando sus influencias. “Me ha enviado todo tipo de amenazas, desde recusar a la fiscal hasta de matarme y las ha ido cumpliendo todas. Por eso, si algo me pasa, los hago responsables” dice. Ya sufrió un atentado. La atracaron para robarle su celular con las pruebas e intentaron asfixiarla. Justo un día antes, ella había presentado a la Fiscalía las fotografías de cada mensaje enviado por el coronel y valen como pruebas. Marilú cree que se enfrenta a un poder mayor, porque una mujer que dice ser pariente del presidente Evo Morales ha asistido a sus audiencias para intimidar a jueces, presuntamente contratada por su exmarido. Sin embargo, las Mujeres de Fuego le dicen que nada le va a pasar porque están pendientes de ella de día y de noche y serían la primeras en acusar al coronel y a su primo. “Mujeres de Fuego ha sido un bálsamo en mi vida, le ha dado sentido a mi dolor”, asegura Marilú.  

Sonia se desespera ante la corrupción



Apenas han pasado seis meses desde que su hija, Lilian Dayana Galindo, fuera asesinada, por un exnovio celoso y que no aceptaba la negativa de ella a retomar la relación. Pese a que el cuerpo apuñalado de la joven universitaria fue encontrado en la habitación en la que vivía el acusado y las cámaras de vigilancia los captaron cuando él la obligaba a entrar a su edificio, la corrupción y las chicanas judiciales para impedir que la investigación avance desesperan a Sonia.

“El acusado se niega a que le tomen muestras de ADN, a someterse pericias psicológicas. Una barbaridad. Y los policías, perdónenme, pero son los más corruptos. El celular de mi hija es una prueba importante. Pero lo hicieron desaparecer y cuando volvió a aparecer, todo estaba borrado. Hasta el patrón de desbloqueo había cambiado. ¿Cómo pueden venderse a cambio del dolor de una familia?”, llora.

Mujeres de Fuego la apoyará en procesar administrativa y penalmente a los responsables. “Voy con ellas a las audiencias, son mi fortaleza ahora”, dice.

Daniela, la hija de un coronel en las filas



Daniela, otra de las integrantes de Mujeres de Fuego, es hija de un exdirector de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) de Cochabamba. Ella dice que ver a su padre investigando casos de feminicidios, tan dolorosos, la impactó profundamente. “Siento impotencia porque miles de mujeres soportan la violencia en silencio. ¿De qué sirven los bonos para las mujeres, si nos siguen matando?”. Daniela se hizo activista para que sus padres nunca tengan que enterrarla, como Emiliana y Sonia hicieron con sus hijas asesinadas. “Mi padre respeta lo que hago. Sabe que amo ver sonreír a las mujeres y a los niños. Cada vez que matan a una mujer y veo a sus hijos o a sus padres llorarla, una parte de mí se muere”.

Daniela estudia Odontología y tiene un hijo. “Yo dejé una relación que no me hacía bien, a tiempo. Ahora quiero pelear porque todas las mujeres entiendan que callar ante el maltrato termina en muerte y que solo la justicia trae algo de paz”. Como Daniela, otras jóvenes estudiantes de colegio y universitarias son parte de Mujeres de Fuego.