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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Cuatro años de la partida de Chávez

Cuatro años de la partida de Chávez
La segunda vez que a Evo Morales se le vio con el rostro compungido por el llanto —la primera fue cuando le impusieron la banda presidencial en 2006— fue a inicios de marzo de 2013, cuando se conoció la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez (1954), en Cuba y vencido por el cáncer.

A cuatro años de la partida, recordamos los pormenores de la larga agonía del líder izquierdista, quien elevó los índices de desarrollo humano en su país; aunque tras su muerte la situación haya en verdad cambiado, en medio de errores políticos, corrupción, malas medidas económicas y un asedio que ha elevado la pobreza y del que parece no haber salida.

El llanto del Presidente boliviano hace cuatro años no era para menos. No solamente había partido su mentor político, sino un gestor del ideal de la unificación latinoamericana propugnado por Bolívar y un cooperante con Bolivia en diversas materias. Acerca de esto último, el Gobierno de Morales regularmente destacó el apoyo del venezolano a la primera fase del programa de obras “Bolivia cambia”, la misión solidaria Moto Méndez para discapacitados, el programa de postalfabetización “Yo sí puedo”, becas estudiantiles, la Fuerza Binacional de Ingeniería Social y el impulso de la empresa hidrocarburífera binacional YPFB - Petroandina, entre otras varias iniciativas que, en lo continental, incluyeron la conformación de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

En la primera semana de ese marzo, OPINIÓN, mediante sus agencias internacionales, hizo un seguimiento exhaustivo a la salud del líder caracterizado además por su constante enfrentamiento con Estados Unidos. Titulares como “Maduro afirma que Hugo Chávez batalla por su vida”, “Marchas exigen ‘verdad’ sobre salud de Chávez” y “Hugo Chávez empeora por severa infección” adelantaron el desenlace fatal, del que las autoridades venezolanas guardaron un hermetismo casi absoluto.

Hasta que el lacónico título del 6 de marzo fue: “Muere Chávez”, con líneas abajo informativas: “Bolivia declara duelo de siete días por el deceso del mandatario venezolano. Despliegue de fuerzas militares en Venezuela. Maduro es el sucesor”. Las aperturas del primero de tres Informes Especiales sobre el fallecimiento sintetizaron los hechos: “El cáncer acaba con los sueños de Hugo Chávez”, “Latinoamérica de luto por el líder venezolano”, “Chávez llevó a Venezuela a cambios profundos y radicales”, “Venezuela obligada a nuevas elecciones” y “Evo, Hugo y Fidel en una alianza de amistad”.

El editorial del día siguiente, “Chávez y la unidad de la patria latinoamericana”, esbozó el legado del izquierdista: “No cabe duda que el presidente Chávez ha dejado un legado que más allá de los antagonismos políticos partidarios, ideológicos y del sectarismo, estará presente en Latinoamérica y el mundo. En lo interno Venezuela ya no es la misma de hace 14 años estructurada por élites de poder económico y político impenetrables y donde, como en otros países de la región, por ejemplo Bolivia, enormes sectores de la población quedaron marginados y excluidos. Chávez gobernó y logró el apoyo de grandes sectores de negros, mulatos y la gente pobre, aunque tuvo también a su lado a la clase media y a intelectuales. (…) Lo que nadie podrá negarle es que su gran sueño fue el lograr la unidad de la patria latinoamericana siguiendo el ideario de Simón Bolívar y que para ello rompió los moldes tradicionales de gobernar frente a los poderes hegemónicos políticos y económicos. (…) Para Bolivia, Chávez fue un amigo del país”.