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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Cuando el periodismo perdió a su mejor boliviano

Cuando el periodismo perdió a su mejor boliviano
“Aventajado reportero de entre todos. A leguas de distancia de muchos más ‘viejos’ (…). Juan Carlos Gumucio nunca habría permanecido en un solo lugar, en un sitio para siempre. Su pasión fueron los hechos, estar, descubrir, contar, escribir todo lo que veía que es ‘historia del día’ (…). Por eso hoy ha partido otra vez”. Con estas sentidas palabras —que a la vez son una definición de lo que debe ser todo buen reportero—, OPINIÓN despidió hace casi 15 años, el 27 de febrero de 2002, al que fue el mejor periodista que pudo dar Bolivia al mundo, el cochabambino Juan Carlos Gumucio. La nota fue firmada por Federico Sabat Lara, y acompañó un especial que homenajeó al extraordinario corresponsal de guerra que falleció en circunstancias no esclarecidas, el 25 de febrero en su casa de Tarata.

En el especial se incluyó la que fue la última nota de Gumucio (1949), una contundente reflexión sobre el oficio que apareció en el diario universitario Mal Bicho y que luego fue tomada por el periódico español El País (donde trabajó el boliviano y donde le rindieron también tributo colegas de la talla de Robert Fisk).

“Reportero —señala el texto de Gumucio— no es una mala palabra. Tampoco significa estar en el peldaño más bajo de una fascinante manera de ganarse la vida. Cierto, hay buenos y malos reporteros, como hay buenos y malos banqueros, pilotos, vulcanólogos y así (…). ¿Dónde está la oportunidad? Para nosotros, en el Chapare. ¿Quién nos está contando la acción, movimiento y suspenso? Muy pocos. Si hay crónicas del mayor conflicto en nuestro país desde la guerrilla del Che, estas no son muy visibles. Los periódicos, de paso, son caros y no invitan a la lectura del reportaje. Tantos muertos, tantos heridos. Listo. La gravedad, la dimensión del drama detrás de la defensa de la hoja de coca está siendo contada como un comunicado de Tránsito tras un choque fatal dos días atrás. No hay anzuelo. Y, si existe, está sepultado bajo párrafos interminables. Un problema es que no escribimos como hablamos. Nos domina el cliché, nos apresa la creencia de que escribir bien es escribir ‘en difícil”.

Este último consejo era el mismo que cuatro décadas atrás le dio Gumucio a Sabat, cuando ambos eran noveles periodistas de radio Centro. Desde esa pequeña redacción, Gumucio se lanzó a conocer el mundo y sus más duros horrores. En 2012, a diez años de su partida, uno de sus familiares —a la vez que destacado escritor y crítico de cine—, Alfonso Gumucio Dagrón, en otro especial de homenaje en OPINIÓN, recordó: “JC —como le decían sus amigos— fue sin duda el boliviano que más lejos llegó como profesional del periodismo en la geografía del Planeta. Su trayectoria durante la guerra en Irán y luego en Líbano lo convirtió en un respetado corresponsal de guerra. Arafat lo trataba con familiaridad [lo llamaba el ‘palestino boliviano’], al igual que otros líderes políticos de Medio Oriente. Durante la guerra en Líbano, circulaba en Beirut occidental entre las milicias exhibiendo los pases que estas le proporcionaban”. Inquieto como era, Gumucio transitó además por varios de los más prestigiosos medios del mundo, como Associated Press, CBS y The Times, siempre narrando la crudeza de los enfrentamientos bélicos o entrevistando a líderes políticos.

Como todo buen cultor del oficio, Gumucio era un hombre lleno de vitalidad. Por eso, Fisk lo recordó así: “Era imparable y amaba la vida. De hecho, después de muchas noches de juerga con JC, me preguntaba si no la amaría demasiado. Le gustaba la buena comida, le gustaba beber —una vez más, demasiado— y le gustaban las mujeres”.