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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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EL HIJO DE MANUEL CAMACHO, GERARDO, NARRA LA VERDADERA HISTORIA DE FAMA, GLORIA Y MUERTE DE SU PADRE.

Amores y pasiones de un gigante nacido en la Llajta

Amores y pasiones de un gigante nacido en la Llajta



Han pasado 65 años desde la muerte del Gigante Camacho, un emblemático qhochala de gran estatura, que amó, triunfó y murió inesperadamente. Hasta hoy, ninguno de sus hijos habló de él, debido a una promesa hecha a su difunta madre pero, ahora el tercero de la familia, Gerardo Camacho llegó de Argentina para romper el silencio.

¿Por qué decide hablar, después de tantos años? "Mucho se ha especulado sobre mi padre. Y hace poco leí una revista que decía aberraciones sobre él que molestan y duelen".

Manuel Camacho (1904-1951), nació y creció, y creció, y creció hasta a una altura de 2.35 metros, en el seno de una familia quechua dedicada a la fabricación de ladrillos, en la zona agrícola de Jayhuayco, al sur de la ciudad.

Su vida transcurría como la de cualquier otro, hasta que un día en 1932, cuando tenía 28 años, el vehículo de un diplomático argentino de apellido Seleme, se enfangó cerca de su casa. Un vecino le sugirió al infortunado: "Aquí cerca vive un joven grande y fuerte que le puede ayudar". Y así lo hizo, Manuel sacó el auto usando solo la fuerza de sus brazos.

Perplejo, así quedó el diplomático que rápidamente lo contactó con amigos que lo lanzaron al ring. "Macho Camacho", fue el nombre que adoptó aquel hombre de pueblo que, sin tener ningún entrenamiento ni vocación, fue enfrentado con grandes figuras internacionales del boxeo, que lo llevaron a recorrer el mundo.

Su sola presencia intimidaba a los contrincantes, pero no faltó la ocasión en que un campeón mundial estuvo a punto de matarlo. "Nunca lo vi pelear, pero mi tío me contó que una vez, cuando estaba en el ‘cachiscán’ (un combate popular donde todo vale), su contrincante lo tendió al suelo y estaba a punto de matarlo. En eso reaccionó, levantó al hombre en sus brazos y le quebró la columna en su rodilla. Murió".

Luchó con los mejores del mundo y se convirtió en una celebridad para el país. Lo contrataban para grabar publicidad en televisión. "Salía como Tarzán. Le ponían un león adelante, con su domador al costado, para que le haga daño".

Su llegada al país y al pueblo, siempre era un acontecimiento especial. "Venían periodistas, autoridades, todos querían saludarlo. Yo corría junto con los chicos, que les gustaba pasar por bajo sus piernas y él los apartaba con sus manos grandes". El pie de Camacho medía cerca de medio metro. Tenía su propia horma para que le confeccionen los zapatos.

Desde que fue descubierto en el mundo de la fama siempre vestía de terno y corbata. Nunca perdió la humildad. "Era bastante serio y estricto, pero era muy bueno. Era mi mejor amigo".

Para que la gente lo deje un momento, alguna vez tuvieron que traer una ambulancia argumentando que el luchador se indispuso y solo así quedó libre de sus seguidores.

En la celebración de los 100 años de independencia del país, las autoridades lo llevaban a desfilar junto al cuerpo diplomático y al Ejército. "Él no era autoridad ni había ido al cuartel. Yo pienso que lo llevaban por presumir y decir que la raza de Bolivia era imponente, fuerte".

La fama no era compatible con los celos de doña Vicenta Gamboa, su amada esposa. Una mujer de baja estatura (1.54), pero de recio carácter, oriunda de Cala Cala que era 15 años menor que Camacho.

"Yo era el compinche (amigo leal) de mi padre, pero no por elección. Mi madre era muy celosa y me mandaba tras él a las chicherías y reuniones. Pero sus únicos amores eran mi madre y nosotros, sus hijos".

Cuando estaba en la Llajta, Manuel gustaba mucho de estar con sus amigos, en la chichería o jugando la bocha, un juego de antaño con pelota de madera.

Con el dinero ganado se dedicó al comercio. Era un próspero mayorista, con negocios en la ciudad de La Paz, pero la fama lo persiguió y lo llevó a explorar nuevos rumbos en Argentina.

Datos

Nacimiento

Manuel Camacho Medrano nació en Jayhuayco, Cochabamba el año 1904 y murió a los 47 años en 1951, en el vecino país de Argentina. Medía 2.35 metros.

Carácter

El hijo de Manuel, Gerardo Camacho, lo describe como una persona seria, estricta pero amorosa con sus hijos

y respetuosa con su esposa.

Ocupación

El Gigante Camacho inició su vida en la fábrica de ladrillos de sus padres, continuó siendo boxeador, luego comerciante mayorista y finalmente artista en un circo.

De la fama en el circo a los estudios e intentos de obtener una nueva raza

Un nexo muy fuerte con el diplomático argentino, Seleme, y un exmilitar continuaba influyendo en la vida del Gigante Camacho. Ambos lo impulsaron a viajar a la Argentina donde su fama continuó como parte del espectáculo del Gran Circo Norteamericano.

La vida de la familia Camacho tuvo que trasladarse al país vecino dejando todo atrás. Cuando llegaron a la frontera Manuel Camacho pidió a su esposa e hijos que lo aguarden que debía regresar a Cochabamba. “Lo esperamos una semana en la frontera. Él se había olvidado la imagen de una virgencita en la casa. Ahí supe que mi padre era muy católico”, contó Gerardo, el tercer hijo de la familia Camacho.

"La gente dice que este político argentino se aprovechó de mi papá, que le hacía propaganda y cobraba a la gente por verlo". "¡Vengan a ver! ¡Al hombre más grande del mundo! ¡Come medio cordero al día y bebe agua de un turril!" recuerda Gerardo, el anuncio que promocionaba el número de su padre en el circo.

Cuando llegaba la hora, se abría el telón y salía Manuel, vestido todo de negro, con un saco de levita y sus zapatos de medio metro. Todos quedaban sorprendidos intentando ver que no se trababa de dos hombres montados uno sobre otro. “Mi papá saludaba, hacía una reverencia al público, caminaba... la gente sorprendida lo aplaudía y volvía”.

Algunas veces salía de la mano de unos enanos que resaltaban su gran tamaño, otras, junto a un joven de 18 años para decir que era su “pequeño hijo” de 11. También decían que tomaba un barril de agua al día y se alimentaba con medio cordero. "Todo era la mentira del circo para llamar la atención", contó Gerardo sonriendo.

"Mi papá no era un fenómeno, era normal, tampoco tenía tiroides ni nada por el estilo. Era proporcionado, solo era un hombre grande y de gran corazón", explicó Gerardo.

Los estudiosos argentinos no esperaron en hacer algunos estudios para conocer la causa de sus grandes proporciones, pero no encontraron nada extraordinario. “Yo era niño todavía pero recuerdo que la gente decía que el Gobierno quería casarlo con una argentina o polaca, para formar una raza de gente alta. Eso hacía estallar de rabia a mi madre, porque era muy celosa”.

Cuando el mundo del espectáculo parecía atraer de sobremanera a sus hijos, Manuel Camacho decidió regresarlos a Bolivia. “Tendría 7 u 8 años cuando mi papá nos dejó en la casa de los Cadima Camacho. Una familia a la que le agradezco mucho”.

Los cuatro hijos Apolinar, Valentina, Gerardo y Wálter se quedaron al cuidado de esta familia, mientras sus padres continuaban en Argentina. “Mi madre se quedó, tal vez porque era muy celosa y no quería dejar sola a mi padre”.

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“¡Vengan a ver! ¡Al hombre más grande del mundo! ¡Come medio cordero al día y bebe agua de un turril!”



Sueños truncados tras la inesperada muerte de Camacho

Pasaron cuatro años de gloria en la vida del Gigante Camacho como uno de los mayores atractivos en el Gran Circo Norteamericano de Argentina. Cuando la fama empezó a mermar, el año 1949 decidió reunir a la familia y emprender nuevos rumbos.

Manuel Camacho, más conocido como el Gigante Camacho, regresó a Bolivia a recoger a sus hijos de quienes se alejó hasta que pueda marcarles un rumbo nuevo de estudios y profesionalización.

“Si mi padre no nos hubiera alejado del circo, yo hubiera sido un gran trapesista”, dice Gerardo, el tercero de cuatro hijos de Manuel y Vicenta Gamboa.

El progenitor de los cuatro qhochalas quiso explorar nuevos rumbos en Norteamérica. “Estaba alistando los papeles y pasaportes para irnos a ciegas a Estados Unidos, pero su enfermedad lo frenó”. Según Gerardo, el gigante boliviano tenía una enfermedad en el corazón, que un día derivó en un infarto que terminó con su vida de manera inesperada. Manuel falleció a los 47 años de edad.

“A parte de ser mi padre, fue mi gran amigo, nunca me falló”, contó Gerardo, quien dice que su padre fue siempre un hombre serio y estricto, pero nunca alguien malo. Muy religioso y con un respeto inmaculado hacia su familia. “Nunca lo vi pelear con mi madre, como en esos años se acostumbraba con tanto machismo”.

A partir de su muerte, varios rumores empezaron a tejerse, entre ellos que lo habían vendido en vida, que alguien lo envenenó y que se suicidó, entre otros, que nunca fueron esclarecidos por la familia. “Mi madre nos hizo prometer que nunca diríamos una sola palabra de mi padre. Ella quemó todo lo que había de él y, en casa, nunca más se habló del tema”.

La madre de Gerardo, que quedó viuda a los 32 años y después volvió a casarse. Murió a los 50 años de edad. Al truncarse los sueños de Manuel con su muerte, los hijos salieron adelante con el impulso de la madre. El hijo mayor, Apolinar Camacho, de 84 años, es transportista; Valentina (82) es ama de casa; Gerardo (79) es matricero (técnico en máquinas) y el menor, Wálter (73) también es transportista.

Ninguno de los hijos heredó el tamaño del padre. Los varones tienen una estatura promedio de 1.70 y la mayoría de las mujeres parece haber heredado los rasgos de la madre, de 1.54 de estatura.

A Gerardo le contaron que su padre tenía un hermano mayor, que lo enviaron al frente de batalla en una de las contiendas bélicas de Bolivia y murió. Conoce a varios primos en la familia Sejas Camacho que miden entre 1.80 y 1.90, pero ninguno como su padre.

“Dicen que los genes pueden replicarse hasta siete generaciones después. Probablemente tengamos un Gigante Camacho más adelante”, finalizó sonriendo.

4 Hijos

Los cuatro hijos del Gigante Camacho, Apolinar, de 84 años de edad; Valentina de 82, Gerardo de 79 y Wálter de 73 viven en Argentina, desde que su padre los llevó

el año 1949. Ninguno ha vuelto desde entonces, solo Gerardo, que llega cada cuatro años a visitar a los familiares.