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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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¿Negligencia o impericia?

¿Negligencia o impericia?
Actualmente se me hace difícil concebir a alguna persona que conocemos y no haya acudido a la consulta de un profesional de la medicina y, en el último tiempo, esto se va haciendo común debido a factores que crecen a medida que la civilización avanza al futuro.

Pero algo que no cambia, al menos en Bolivia, es la carencia del principio de no maleficencia o, en algunos casos, el mal uso de este. Esto supone que el médico posee una formación y conocimientos que el paciente carece, por lo que lleva a decidir aspectos que sabe y, según su criterio, es lo más conveniente para este, ampliando más la forma de ver esto, diríamos que se da una contradicción entre hacer y no hacer del médico en una suerte de acción/omisión. Algo que se repite muy a menudo es que algún especialista, solo con la experiencia del tiempo de ejercicio que tiene con una simple revisión, pueda emitir un diagnóstico sin más apoyo de estudios que profundicen, práctica que raya en lo draconiano ya que como paciente uno no solo recibe la mala noticia, sino la imaginación del ser humano en un dictamen del resto de días por vivir.

¿No debería ser (anhelo algo utópico sobre el deber ser) lo éticamente correcto, hacer la valoración de apoyarse en resultados de análisis de otros profesionales especializados y recién hacer uso responsable de la patología y negar o afirmar sobre una posible enfermedad?

Como testigos de oídas fuimos parte de quejas por parte de familiares o amistades que pasan por estas vicisitudes con algún médico, que emite una sentencia de enfermedad a semejanza con los decretos del César en la gloriosa Roma. Estos hechos nos llevan a reflexionar sobre sentirnos huérfanos de una normativa que regule estas irresponsabilidades por parte de los profesionales de la medicina.

Si bien la sección II de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, en 11 artículos habla de la salud, no menciona específicamente la protección del Estado a los estantes y habitantes de la mal llamada negligencia. Más acertados son los términos de impericia o imprudencia médica, es por esto que nuestro Órgano Legislativo debería ya tomar en serio la creación de una norma que establezca parámetros y regulen estos errores médicos que, a veces, llevan al deceso del paciente.

Entendemos que los profesionales de la medicina llevan años de estudio y otros tantos especializándose, pero en un siglo 21 que manejamos la tecnología al día, que podemos hacer una video llamada al otro lado del globo, por qué seguir siendo devotos de la auscultación cuando podemos ser efectivos en un diagnóstico con una ultrasonografía o una tomografía o, a veces, más simple una radiografía. Sabemos que esto no está a la par de la realidad económica de las familias, porque este tipo de técnicas especializadas tiene un costo elevado y algunas no son cubiertas por el Seguro o por la Caja Nacional de Salud, pero la lógica nos lleva a un análisis: Si es más seguro tener un diagnóstico erróneo y vivir una agobiante etapa de sentimientos encontrados o asumir un gasto extra, pero estar seguros de que solo es un ataque de ansiedad y no así una irreparable patología cardiaca.

Palabras clave: médico, negligencia, diagnóstico, patología.