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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

Alxata, en enero

Alxata, en enero
El antropólogo cochabambino Fernando Cáceres en una investigación minuciosa sobre la Feria de Alasitas, señala que la fabricación de miniaturas tiene una referencia simbólica religiosa desde las culturas prehispánicas, cuyo objetivo era el agradecimiento por la actividad agrícola relacionada con la fecundidad. Durante la colonia, en Alasitas, las transacciones eran simbólicas pues se usaban piedritas (tradición prehispánica). Luego se usaron botones (tapa balazos) hasta la primera mitad del siglo XX. En la actualidad moviliza sectores sociales donde está presente el fenómeno religioso con sentimientos de fe y esperanza de posesión.

La Feria de Alasitas, en aimara Alxata, cuyo significado es “comprar para aumentar”, si bien atraviesa cambios culturales importantes, en la actualidad conserva elementos religiosos prehispánicos, como la devoción al ekeko. Esta festividad convoca a quienes creen en el simbolismo de las miniaturas y, por otra parte, personas que admiran la artesanía, investigadores sociales y turistas.

A este personaje, en el universo andino respetuosamente se lo llama illa, figura común en las ceremonias dedicadas a los espíritus protectores que residen en las montañas y que se los nombra “nuestros abuelos”, deidades que protegen. Por ese motivo reciben muchas ofrendas como muestra de cariño. La illa no solo es vista como una representación de algo que se concibe, sino más bien una recreación que alcanza su fin por medio del rito. Desde esta perspectiva, el ser humano, los animales y la naturaleza cumplen determinados roles que dan forma y sentido a la realidad. Arriaga (1999) señala “La vigencia de estas miniaturas rituales fue tema de especial preocupación para la iglesia colonial que dictó diversas medidas para eliminar su uso, siendo perseguidas durante el proceso de extirpación de idolatrías”.

El ekeko, símbolo de las Alasitas, tuvo su antecesor, un diosecillo con apéndice fálico y joroba, el que intervenía en asuntos de fecundidad, en el sexo y amor. A este talismán se le invocaba para protección. Existe la creencia que para conseguir favores debe estar en el dormitorio, hablarle con cariño y hacerlo fumar. La familia que lo tiene, cada año debe cargarlo con nuevos productos, los mismos que interpretan deseos de poseer bienes en abundancia. Para garantizar la felicidad en el hogar, solo debe haber un ekeko; dos, llevan a la infelicidad y discordia. No le gusta que lo llamen ekeko.

Ponce Sanjinés escribe “El ekeko ha pasado cambios físicos: perdió la giba, tiene vestimenta criolla, tiene expresión facial andina y seria; risueña y rosada; engordó y abrió los brazos; lo que refleja la vida del mestizo exitoso”. Los elementos que carga son desde alimentos básicos, mucho dinero y hasta computadoras. Este año, carga también, tanque para agua. Según Cáceres (2002) “Este cambio puede interpretarse como la adaptación de los elementos culturales precolombinos en la dinámica de mantener vigencia y hallar acomodo en un nuevo modelo cultural dominante”. De manera que, en la actualidad, es el sincretismo entre dos culturas: el aimara tradicional y la mestiza citadina paceña, que refleja una fuerte innovación y aceptación de ideas, valores y creencias de la sociedad actual.