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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Evo, hoy y hace 11 años

Evo, hoy y hace 11 años
En estas fechas, en los periódicos y las redes sociales nos volvemos todos analistas políticos y económicos. Solemos evaluar con la ayuda de otros estudiosos una gestión más de un Gobierno que, en realidad, nunca llegamos a conocer del todo a fondo porque, para empezar, no tuvimos como periodistas la capacidad de penetrar en el meollo de los asuntos como ocurrió en otras épocas. ¿De quién es la culpa?

Hubo y hay avances concretos que se tendrá que aplaudir, tal el caso del manejo económico del país en los últimos 11 años. Sin embargo, también hubo ineficiencia, sobre todo de algunas autoridades del gabinete del Presidente y de esto se hablará en demasía en estos días.

Por ello, hoy que se cumplen los 11 años de Evo Morales en el máximo poder formal que puede tener una persona en un país: la presidencia, quisiéramos reflexionar sobre un pequeño gran detalle: ¿Quién era el Evo de 2006 y quién es el de 2017?

La cercanía con el poder durante muchos años (como es el caso de Morales) tarde o temprano termina “impregnando” a la persona de sabores, conocimientos, lecciones, prejuicios, amores y desamores que terminan convirtiéndola en algo diferente de lo que solía ser.

El Evo Morales del 22 de enero de 2006 y el del 22 de enero de 2017 no es exactamente el mismo. Y aunque nadie mejor que él para contarnos cómo es el de hoy, lo cierto es que Bolivia se convirtió en su universidad y no siempre a las buenas.

Ese es, por donde se mire, uno de los cambios en su forma de pensar. Entró al Gobierno con la idea romántica de que una persona leal al proceso de cambio y a él podía ser suficiente para llevar adelante las tareas fijadas, pero terminó dándose cuenta de que todo tema requiere de ciertos niveles de especialización que obligan a contratar a profesionales y cuanto más delicados los tópicos, mayor la necesidad de más experticia en el asunto. La última persona en demostrarle que es de ese y no de otro modo fue su ministra de Medio Ambiente y Agua, Alexandra Moreira, una abogada con unos cuantos estudios medioambientales que no sirvieron de mucho porque el tema requiere de mayor especialización y, sobre todo, experiencia.

Desde el caso de las irregularidades en el Fondo Indígena hasta la administración y supervisión de la dotación de agua, gran parte de los problemas suscitados no necesariamente tuvieron que ver con el llamado “pillerío” o corrupción, sino con el perfil no adecuado de quienes fueron llamados a cumplir las delicadas tareas y no solamente porque no tuvieran todos los conocimientos, sino tampoco el carácter.

Es probable que los bolivianos jamás sepamos cuánto de corrupción o ineficiencia hubo en estos últimos 11 años como tampoco lo sabremos en el caso de los anteriores gobiernos que no fueron mucho mejores. Sin embargo, está claro que en este punto el Presidente ya no debe ser el mismo porque en sus discursos de los últimos años estuvo haciendo hincapié en la importancia de la educación y la formación de las y los bolivianos.

También parece haber cambiado en esa inicial decisión de “escuchar al pueblo”, oferta que realizara en enero de 2006 al asumir por primera vez la Presidencia por cuanto año que ha pasado ha sido tiempo en el que este ofrecimiento se ha ido debilitando, llegando a dar señales de todo lo contrario cuando, por ejemplo, a pesar de haberle negado el pueblo la posibilidad de volverse a postular a la Presidencia mediante la apertura de la Constitución, él siguió y sigue insistiendo en tal posibilidad.

Sin embargo, nadie es lo que es por arte de magia y es probable que el Presidente haya ido dando señales de autoritarismo porque gobernar un país como Bolivia donde todo el mundo lo único que hace es criticar, oponerse y rechazar sin que se escuchen propuestas, puede terminar cansando a cualquiera; aunque en el caso de Evo Morales pareciera que quiere más porque pretende seguir en el poder.