Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 23:46

MUJERES QUE CAMINAN CON LOBOS

Nos siguen matando… ¿Hasta cuándo?

Nos siguen matando… ¿Hasta cuándo?
Han pasado 18 días del mes de enero de 2017. Somos una página en blanco cada inicio de año y vamos reescribiendo nuestra historia a diario, pensé que todos los deseos que hicimos la noche del 31 de diciembre de 2016 podrían cumplirse. Uno de mis grandes deseos fue tener un mecanismo de control suficientemente eficaz como para que nos dejen de matar. Pero al amanecer de ese mismo día supimos del primer maldito feminicidio, al transcurrir la primera quincena, ya eran tres o cuatro más.

En estos días aciagos que nos matan, que no tenemos seguridad ni en el hogar ni en la calle ni la comunidad…en estos días que parecen noches, en estas noches que parecen murciélagos (Nicanor Parra) no existe un plan de políticas públicas capaces de frenar este flagelo. Siempre lo he dicho en esta columna, que la labor de mujeres feministas, del Estado y del ente rector, no solo es prevenir, sino enseñar a las mujeres a defenderse, a sanar las emociones que nos permiten ser tan permisivas, tan cálidas y sumisas, tan “ser para los otros”.

Las mujeres vamos perdiendo cada día el valor, la autoestima y el cuidado por nosotras mismas, desearía que este año retomemos nuestro potencial, que hayan más instituciones que enseñen a amarse a las mujeres, a reconocerse como personas de valía, de reconocerse como mujeres salvajes en su esencia, luchadoras, peleadoras, no sumisas ni devotas. Amar esa chispa divina que tenemos como seres humanos, capaces de llevar las riendas de nuestra vida y no depender emocionalmente de nadie. Evolucionar el alma, aprender de lo bueno de las relaciones de pareja y sentir el amor de otra manera.

Pero también está el papel del Estado inútil al momento, porque sigue con las políticas públicas de género y de violencia, ya obsoletas, que ya no convencen, que ya no funcionan, que no tienen cabida. Estamos ante un gobierno que no se da cuenta de los gravísimos problemas que vivimos las mujeres, que socapa y permite que jueces y policías no apliquen la justicia ante casos de feminicidio.

Tenemos que ser más asertivas, aprender de las lecciones, de los años que hemos venido trabajando en temas de prevención de la violencia, pero nunca jamás nos enseñaron cómo defendernos, cómo salir de las emociones dañinas que nos matan, nos apuñalan, nos cercenan, nos dejan fuera. Tenemos que parirnos a nosotras mismas e intentar ser más eficientes en dominar nuestras pasiones y no ceder poder a aquel que nos terminará matando. He ahí la nueva premisa para aprender a oir nuestro interior, nuestra voz interna que nos previene pero que no sabemos distinguir, porque el mundanal ruido, el sistema también eso nos ha coartado, nos ha llenado de imágenes cosificantes que cocinan el cerebro, que no nos permite ir más allá de nuestras narices.

Amar la vida, amar al otro, sin correr, sin dormir con el enemigo, sin temores porque, para sanar de veras, debemos decir lo que sentimos y no solo nuestras penas y dolores, sino también qué daño fue causado, qué enojo y qué disgusto, también qué deseo de autocastigo o venganza hay en nosotras. El mostrarnos valientes, capaces y supermujeres, no nos permite también ser mujeres genuinas, debemos, por lo tanto, decir lo que nos atraviesa el alma, lo que nos mata o nos está matando. Aprender a enseñar a las niñas y las jóvenes que pueden ser capaces de vivir una vida distinta, más segura, más holgada, más noble y más sincera, eso también debería ser parte de las enseñanzas que podemos dar para las generaciones venideras.