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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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A 10 años de Enero Negro hay heridas abiertas por la impunidad

A 10 años de Enero Negro hay heridas abiertas por la impunidad


Uno de los hitos más dolorosos de la historia de Cochabamba, es el fatídico enfrentamiento entre bolivianos ocurrido el 11 de enero de 2007. El brutal choque dejó a tres familias destrozadas por la muerte de sus seres queridos y a decenas de heridos, muchos de ellos con graves secuelas físicas de por vida. Ayer, se rememoraron 10 años de este enfrentamiento con dos actos simultáneos a los que asistieron ciudadanos y políticos. En ambos, se evidenció que las heridas continúan abiertas por la impunidad y una profunda sensación de injusticia.

Entre el 8 y el 11 de enero de 2007, El Prado cochabambino y las calles adyacentes se convirtieron en un campo de batalla entre campesinos cocaleros del trópico y habitantes de la ciudad que se hacían llamar cívicos, a raíz de una pugna política entre el MAS y el exprefecto Manfred Reyes Villa. El enfrentamiento dejó tres muertos, 400 heridos y derivó en la quema de la Prefectura.

Las víctimas fatales fueron el adolescente Christian Urresti Ferrel (17), el productor bananero Juan Ticacolque Anghela (38) y el productor de coca Luciano Colque Anagua (46). Sus familias siguen llorando por sus ausencias y están frustradas por la impunidad que ha sepultado sus casos.



JUAN TICACOLQUE El productor de banano Juan Ticacolque Anghela murió por un disparo en el costado derecho del pecho, en la plaza de las Banderas. Dejó en la orfandad a cuatro hijos y no pudo conocer al menor porque su esposa estaba embarazada cuando él fue abatido. Vivía en Villa Entre Ríos, Sacaba.

La Policía encontró a un ciudadano, Álex Rosales, con dos armas en los tobillos y lo sindicó de la muerte de Ticacolque. Pese a varias dudas sobre su autoría, Rosales fue condenado a 14 años de prisión por el Tribunal 3 y confirmada por la Sala Segunda. Su abogado interpuso un recurso de casación ante la Corte Suprema de Justicia y advirtió con procesos por prevaricato contra los jueces que sentenciaron a su cliente “sin pruebas”. Rosales nunca entró a la cárcel.

Su familia no asistió ayer al acto de homenaje en la plaza de las Banderas, pero sí a la Plaza Principal donde Zenobia Anghela, la esposa, dijo llorando que Juan les hace mucha falta. “Nos falta el papá, claro. Y nunca hubo justicia. El que le ha matado no entró a la cárcel y yo estoy sola con mis hijos, sin nada”.



LUCIANO COLQUE El productor de coca y miembro del Sindicato Arenales era cristiano evangélico y el 11 de enero de 2007 fue golpeado brutalmente con bates de béisbol en la cabeza hasta que su cráneo fue fracturado y perdió parte de masa encefálica. Murió 46 días después debido a una complicación pulmonar, derivada de las graves lesiones sufridas. Dejó siete hijos en la orfandad. Una de sus hijas dijo que su padre estaba obligado por su sindicato a ir a la vigilia el 10 y 11 de enero, pero nunca fue por voluntad propia y menos a enfrentarse con su prójimo. La investigación de su muerte fue cerrada porque nunca hallaron a testigos ni a sospechosos del ataque. Su familia tampoco asistió al acto en la plaza de las Banderas.

Solo acudieron Celima Torrico, Leonardo Loza y otros dirigentes que reivindicaron a los muertos, dejaron una ofrenda floral y dijeron “No queremos ver más violencia en la Llajta, ni ver a hermanos campesinos ensangrentados sin poder moverse. Ellos fueron atacados cuando descansaban bajo los árboles y no tenían palos, ni cómo defenderse”, declaró Celima Torrico.



CHRISTIAN URRESTI El adolescente Christian Urresti Ferrel iba a cumplir 17 años el 12 de enero de 2007, pero fue linchado un día antes, en la calle Mayor Rocha y Baptista, en medio de los enfrentamientos. Seis testigos señalaron que Christian vio a su padre, Nelson Urresti, caer a la calzada y a un grupo de hombres golpearlo con palos. El adolescente corrió y se tendió sobre el cuerpo desmayado de su padre para protegerlo de los golpes. Dos ciudadanos benianos vieron desde la iglesia Metodista a un hombre de bermudas con un bate de béisbol golpeando a Urresti en la cabeza.

Dos médicos, una enfermera y un abogado, vestidos de civiles, auxiliaron a Christian y lo metieron a la casa de una vecina. Allí vieron que el menor estaba en shock y era urgente operarlo. Se animaron a sacarlo, ya inconsciente, hacia la clínica San Vicente, con la autorización de un camarógrafo de la Federación del Trópico, pero otro grupo los atacó brutalmente y les arrebató al adolescente para patearlo y estrangularlo frente al edificio Concordia II.

Pese a que la enfermera, el abogado potosino y los médicos que vivían en México y Brasil ofrecieron hablar como testigos, la Fiscalía no les tomó sus declaraciones. Ellos le dieron a la Policía las señas físicas de los asesinos de Urresti para la elaboración de retratos hablados que la exfiscal Lilian Ferrufino guardó 10 meses en su gaveta. Los benianos filmaron el crimen desde la iglesia y entregaron su celular a Inteligencia de la Policía, pero cuando les devolvieron el teléfono, solo habían imágenes de piernas corriendo y desaparecieron las que ellos grabaron. El 6 de enero de 2010, los exfiscales Lilian Ferrufino, Mauricio Julio y Ximena Carvallo resolvieron cerrar el caso argumentando que los testigos tenían miedo de hablar y no habían pruebas suficientes.

Los padres de Christian Urresti, Nelson y Blanca, dijeron ayer, frente a la gruta donde lincharon al menor, que el dolor que sienten por la muerte de su hijo es igual de intenso que aquel 11 de enero de 2007, pero agregaron que solo confían en la justicia divina. El presidente del Comité Cívico, Juan Flores, declaró que “llegará el día en que los autores intelectuales de estos crímenes serán condenados. No buscamos venganza, sino justicia. Sabemos quiénes son y no es el pueblo, ni campesinos ni citadinos”.