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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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En EEUU los bárbaros han llegado a las puertas de la ciudad

En EEUU los bárbaros han llegado a las puertas de la ciudad
Recién conocido el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos, mi nieto que a sus quince años de edad había debatido a favor de Hillary Clinton con sus amigos, me decía que lo democrático era aceptar el triunfo de Trump. Mi respuesta fue que entendía y respetaba su posición porque había que sujetarse a las reglas del sistema electoral; aunque fuera tan incongruente que la persona que obtiene la mayoría del voto popular termina perdiendo la presidencia. Pero le pedí que aceptara que reconocer el triunfo de Trump no implicaba estar de acuerdo con él. Que la democracia contempla el derecho de los votantes a estar en la oposición, y que el Presidente electo me parecía, y me sigue pareciendo, una persona deleznable.

En ese entonces ni él ni yo, ni nadie salvo Vladimir Putin, sabía de la intervención rusa en la elección. Hoy todas las agencias de inteligencia confirman que esta tenía como propósito destruir a Clinton. Tampoco se sabía que Clinton había obtenido casi tres millones de votos más que su contrincante.

Terminada la elección hubo quien dijo que Trump se sosegaría en la presidencia, que dejaría de actuar como un bully reaccionando instantáneamente a cualquier crítica, que se olvidaría de los tuits y que actuaría más “presidenciable”. La esperanza era que se rodeara de personas capaces que suplieran su falta de experiencia política y que mitigaran sus peores instintos. Hoy esa expectativa también parece esfumarse. A unos días de la toma de posesión, el sentimiento que predomina entre defensores y detractores es que los bárbaros han llegado a las puertas de la ciudad y se disponen a tomarla.

Quienes votaron por Trump esperan que el presidente electo y su equipo dinamiten el establishment político en Washington DC y que el país regrese a una mítica edad dorada que por definición es inalcanzable. Los detractores, como yo, tememos que en su afán por destruir lo existente, por más imperfecto que sea, van a dejar en el desamparo a los más vulnerables, a quienes ya dependen de programas implementados por la administración anterior. También nos preocupa que al igual que Trump, la mayoría de los nuevos mandarines carece de experiencia en el manejo de la cosa pública como para proponer un nuevo y justo orden de Gobierno.

Un gabinete de riqueza desmedida. De ser confirmados todos los aspirantes, los nuevos adalides de la clase obrera conformarán el gabinete más opulento en la historia del país. La fortuna personal de tan solo cuatro de ellos rebasa los 14 mil millones de dólares, una cifra mayor a la riqueza acumulada por un tercio de la población del país.

Todd Ricketts, nominado a la Subsecretaría de Comercio, tiene una fortuna de 5.3 mil millones de dólares; Betsy DeVos, nominada como Secretaria de Educación 5.1 mil millones; Wilbur Ross, en Comercio tiene $2.5 miles de millones y la aspirante a encabezar el departamento de Negocios Pequeños, Linda McMahon, tiene 1.6 mil millones. La fortuna de otros siete aspirantes se mide en millones: Steve Mnuchin en Tesoro; 40; Ben Carson en Vivienda; 26; Elaine Chao en Transportes, 22.8;  Andy Puzder en Trabajo, 25; Stephen Bannon, consejero presidencial, 20; Tom Price, Salud, 13.6; Jeff Sessions, Procuraduría de Justicia, 7.5. Rex Tillerson, nominado a la Secretaría de Estado tiene aproximadamente 350 millones de dólares.

Poca experiencia en el sector público

Y si la abundancia económica define su trayectoria, su corta experiencia en el sector público causa alarma. Ocho de los principales aspirantes a puestos en el gabinete de Trump solo suman un total de 55 años de experiencia en el sector público. Ocho miembros del gabinete de Obama tenían 117; los de George W. Bush 80; los de Bill Clinton 101 y los de George W. Bush 79. Su falta de experiencia en el servicio público contrasta desmesuradamente con su experiencia en el sector privado, los ocho de Trump suman 83 años en el mundo de los negocios mientras que los de Obama tenían solo cinco.

Las comparecencias. Esta semana empiezan las audiencias de confirmación de los nominados al gabinete ante el Comité Judicial del Senado. En teoría, las comparecencias deberían servir para tener un perfil fidedigno de cada uno de los aspirantes del gabinete, pero muchos de ellos ni siquiera han contestado los cuestionarios que les fueron entregados. Desafortunadamente todo indica que las comparecencias serán un ejercicio inútil porque los miembros del comité (once republicanos y nueve demócratas) votarán siguiendo la línea de su partido.  

Los empresarios de la industria petrolera como Rex Tillerson, aspirante a la Secretaría de Estado; Rick Perry, a la de Energía y  Scott Pruitt, un político de Oklahoma que ha encabezado la lucha contra las políticas ambientalistas de Obama, y que ahora es el nominado para la Agencia de Protección del Medio Ambiente, controlarán la política energética del país.

La política económica será dirigida por ex banqueros de Wall Street como Steven Mnuchin en Tesoro, Stephen Bannon, ex de Goldman Sachs, Gary Cohn, ex presidente de la misma firma y futuro principal asesor económico de Trump.

La seguridad nacional estará en manos de cuatro militares. Nichael Flyn aspira a ser Asesor de Seguridad Nacional y tiene fama de ser tempestuoso, intenso e islamófobo. Mike Pompeo, miembro del Tea Party y enemigo jurado de Hillary Clinton irá a la CIA. Los otros dos son generales muy respetados en círculos militares y de Inteligencia pero ambos de mano dura. John Kelly  estará en el Departamento de Seguridad Nacional, y John Mattis en la Secretaría de la Defensa. Para la Secretaría de Trabajo el titular será Andrew Puzder, un empresario enemigo de los sindicatos que se opone al aumento del salario mínimo, y en Educación estará la multimillonaria Betsy DeVoss, cuyas ideas amenazan la sobrevivencia de la educación pública y laica. Al puesto de Procurador de Justicia llegará el Senador por Alabama, Jeff Sessions, un ultra-conservador del sur profundo que lleva el nombre del que fuera Presidente de la Confederación durante la Guerra Civil con orgullo y ha acusado a los inmigrantes de abusar del Sistema de Bienestar Social y ha cuestionado el derecho constitucional a la ciudadanía de sus hijos.

Aunque lo peor, sin duda alguna, será tener en la presidencia de la república a Donald Trump, un hombre que carece del temperamento, conocimiento y serenidad que se requieren para ocupar el puesto.