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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Rusia y la ambigüedad creativa de una paz armada para Siria

Rusia y la ambigüedad creativa de una paz armada para Siria
Los representantes de Rusia, Siria y 13 facciones de la oposición armada siria vinculadas a Turquía han acordado silenciar las armas y reunirse dentro de un mes en Kazajstán para negociar las condiciones de paz en Siria. Se han opuesto a este pacto los dos grupos terroristas vinculados con Arabia Saudí, el Estado Islámico y Jabhat Fateh al-Sham, y también el aliado de EEUU y Francia, el Partido de Unión Democrática (PYD), que curiosamente ha elaborado una Constitución propia para gobernar la zona kurda.

La reacción de EEUU, excluido de las negociaciones, ha sido endurecer las sanciones contra Rusia, expulsar a 35 de sus diplomáticos, el cierre de dos de sus instalaciones por su “injerencia en las elecciones de EEUU” –un acto sin precedente que ni sucedió durante la Guerra Fría-, y anunciar que en el presupuesto de Defensa del 2017, unos 619 mil millones de dólares, hay una partida para armar a los rebeldes con misiles antiaéreos (¿para apuntar a los aviones militares rusos?) y su entrenamiento en los países vecinos. La lucha por el poder entre Rusia y EEUU amenaza con descontrolarse.

Turquía, que hoy se rinde y (aparentemente) renuncia a la “victoria” en Siria para centrarse en la destrucción de los kurdos de izquierda de su país y de Siria,  negoció en 2013 con Irán un plan que preveía el fin de los combates, un gobierno de unidad nacional y unas elecciones bajo la supervisión de la ONU. El desacuerdo sobre el papel de Bashar al-Assad en el futuro de Siria impidió su firma, causando la muerte de otras decenas de miles de sirios y la huida desesperada de un millón más a ninguna parte durante tres años más.  De hecho, hoy también la facción dirigida por Ayatolá Jamenei, que mira la seguridad de Irán solo desde la óptica militar, se opone al alto el fuego y apuesta por la política de “puño de hierro” contra la oposición en Siria y la permanencia de Assad a cualquier precio. Teherán no puede estar más agradecido a Rusia por haber colocado el problema del “terrorismo islámico” en el centro del escenario, apartando la “amenaza iraní” inflamada por Israel y Arabia Saudí. Obviamente, cualquier cambio en Siria perjudicará a la influencia de Irán y su conexión con el Hizbolá del Líbano. Será por eso que, al contrario del Kremlin, Assad se ha convertido en su línea roja.

¿Hacia una paz armada?

A pesar de que Washington no ha firmado este alto el fuego es consciente de que Rusia es la única potencia que puede negociar sin intermediarios con Siria, Arabia Saudí, Irán, Turquía y otros actores del escenario de forma directa. Y sabe que Rusia ha respetado sus exigencias: ninguna fuerza armada intentará conquistar nuevas zonas, por lo que las regiones del sur y el oeste del país -que acogen la mayor población urbana del país además de sus recursos naturales-, seguirían en manos de los rebeldes, aunque a decir la verdad, Damasco tampoco cuenta con suficientes soldados para liberarlos; la familia de Assad tendrá garantías de seguridad y él dejará su puesto después de un periodo de transición (aquí Rusia acepta que el destino del presidente sirio no debe ser motivo para alargar aun más esta masacre), y que los grupos terroristas patrocinados por EEUU estarían en Kazajistán. El gobierno de Obama, que al principio llamó “reformista” a Bashar al Assad (¿por acatar las órdenes del FMI?), cedió ante el Proyecto del Nuevo Oriente Próximo que rediseña el mapa de la zona a medida del Nuevo Siglo de América.