Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 13:26

Premios: ¿Fomento a la creación?

Premios: ¿Fomento a la creación?
La razón competitiva se impuso. Una de las actividades más recurrentes y de larga trayectoria en el ámbito público es la realización de premios y concursos artísticos. Siendo uno de los procesos que mayor visibilidad cobra en el campo cultural, la revelación de los galardonados de tales certámenes no queda en el silencio. El flash de la conclusión del certamen es lo único que importa. Este brillo fugaz permite relevar trayectorias, describir generaciones, narrar concatenaciones o procesos inconclusos, en fin, como cualquier historia de vida debiera ser contada. En la instantánea, importa más el creador que la obra.

Sean visuales, escénicas, musicales, literarias, audiovisuales, populares o de gestión, el último lustro demuestra un incremento considerable de convocatorias a certámenes concursables que, en su mayoría, están destinados a la creación. Siendo administrativamente uno de los procesos que mayor facilidad brinda para ejecutar los recursos financieros asignados a las entidades públicas, su convocatoria debiera ser uno de los últimos eslabones en los cuáles incidir en el proceso de desarrollo cultural. La competencia estimula la creación, pero no garantiza la calidad de las obras. Todavía los procesos de innovación, experimentación, intercambio, formación o clínica curatorial no son componentes visibles de la gestión estatal. Allí también sorprende que, ante la ausencia de fomento, existan encomiables resultados. Tales certámenes no coronan los ciclos culturales, pero, contradictoriamente, también, los detonan. Esta ambivalencia de sentido impediría precisar su utilidad más allá del fulgor al que se presta a sus galardonados. Puede ser augural al mostrar un talento que inicia su camino repuntando entre los tradicionales galardonados o puede ser consagratorio, cual homenaje que recayó en los actuales premios de trayectoria a Matilde Casazola (Premio Nacional de Culturas) y a Sebastiana Kespi (Premio Nacional de Gestión Cultural Gunnar Mendoza).

Lejos de ser luminarias noticiosas que lavan la imagen de las entidades que los que patrocinan, los premios cumplirían su labor si fueran ventanas por las cuales se emprendería revisitar la historia, trayectoria y obra de los premiados; siendo para estos, más que lauros, pasaportes para poder extender su talento y capacidad a otras latitudes. Si la creación precisa de formación, la obra creada merece una eficaz difusión. Estos marcos concursables deben dejar de ser actividades aisladas para ser componentes integrales de gestión de cada una de las expresiones culturales.