Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 08:55

2016, el negro año de Venezuela

2016, el negro año de Venezuela
Cada vez que el año viejo agoniza, es habitual escuchar comentarios referidos a la velocidad con la que pasan los días, las semanas y los meses. Esta sensación la tenemos, sobre todo, cuando disfrutamos de lo que hacemos y quisiéramos detener el reloj para gozar de los buenos momentos.

En la otra orilla está la gente disconforme, la que quisiera acelerar las cosas, deshojar el calendario aprisa con la esperanza de que el 2016 se vaya cuanto antes. El tiempo parece congelarse cuando los problemas nos arrinconan y asfixian, y quienes deberían buscar soluciones se la pasan en discusiones y peleas que solo ahondan la crisis.

Los venezolanos están así, con sobresaltos, esperando por horas el fin de año y que las cosas mejoren en 2017. Hoy, están entre la espada y la pared. La polarización política ha desarrollado un campo de batalla porque los oficialistas liderados por el presidente Nicolás Maduro se aferran al poder con uñas y dientes, y enfrentan la arremetida opositora que sueña con echar del cargo al Mandatario. ¿Alguien se ocupó de la población?

De poco o nada sirvieron las medidas paliativas del Gobierno, desde el incremento al salario básico hasta el aumento en el precio de la gasolina. La situación no cambió gran cosa; es más, la sequía obligó a tomar acciones radicales de racionamiento de energía porque las represas se quedaron sin agua para alimentar a las hidroeléctricas. Para colmo, el precio del petróleo, el principal producto de exportación, se fue a pique.

Maduro también ordenó hacer los esfuerzos para crear la agricultura urbana con el fin de paliar los efectos de la falta de alimentos en los mercados. También fueron creados los comités de abastecimiento que hoy son administrados nada menos que por el Ministerio de Defensa.

Las noticias provenientes de Venezuela dan a conocer el descontento de la gente; aunque versiones oficialistas hacen mención a los avances de las iniciativas gubernamentales, pero sin detalles de lo conseguido. Algo es algo, dirán quienes se beneficiaron de ese impulso.

El segundo semestre del año amaneció con un decreto que disponía el trabajo obligatorio de empleados de instituciones públicas y privadas en actividades promovidas desde el Estado para la producción de alimentos, durante dos meses. Tras la repercusión inicial ante la medida sobrevino un silencio mediático.

Venezuela fue incapaz de solucionar la carestía de comida y medicinas, y de otros enseres. Las idas y vueltas con los cierres y reaperturas de frontera, sobre todo con la de Colombia, causaron desconcierto, pero al mismo tiempo alivio momentáneo para que la gente pueda comprar lo que le hacía falta.

El fantasma de la inflación también sobrevuela desde hace tiempo. Las estimaciones de organismos internacionales dicen que los indicadores sobrepasarán el 720 por ciento.

La población vio cómo su dinero perdió valor. Por si fuera poco, el retiro del billete de 100 bolívares despertó susceptibilidades: las familias podían quedarse sin efectivo. Ni siquiera la promesa de poner en circulación nuevos billetes de mayor valor calmaron los ánimos.

Claro, según los oficialistas, todo lo malo que pasa en Venezuela es culpa de otros, de los poderosos que quieren desestabilizar al Gobierno. ¿Y qué hicieron los opositores todo este tiempo? Da la impresión de que en su agenda había espacio para temas que no estén relacionados con su afán de sacar del poder a Maduro. Entonces, la población pasó el año librada a su suerte.

Por si fuera poco, hace unos días se conoció que la constructora brasileña Odebrecht ha pagado sobornos a funcionarios venezolanos por unos 98 millones de dólares, entre 2006 y 2015. ¿Eso más? Este 2016 es un año para el olvido en Venezuela.